lunes, 13 de febrero de 2012

Distinguir la violencia


La violencia ya no es lo que era. No se sabe muy bien si por la crisis económica o por la política, pero la violencia no es la de antes. Este pasado año 2011, el programa de Telecinco Sálvame Diario fue el producto televisivo más denunciado al “Defensor del espectador”. La mayoría de reclamaciones hacían referencia a contenidos inapropiados para el horario en que se emite (la sobremesa y la tarde, de lunes a viernes). Estos contenidos siempre son tachados como “violencia injustificada”, y hacen referencia a los improperios y las difamaciones que vierten algunos de los colaboradores sobre personajes públicos, o sobre otros colaboradores.

No menos comunes son las quejas de algunas asociaciones de padres que piden la retirada de la televisión de series de animación que se consideran violentas. Bola de Dragón e, incluso, Pokémon, han sufrido estos ataques de los padres. Más curiosa fue, hace unos meses, la petición a Televisión Española de la retirada de la serie de dibujos Bob Esponja por contener “violencia verbal” en sus capítulos. Los padres denunciantes hacían referencia, al parecer, a las cuatro palabrotas que Bob Esponja soltó en un capítulo que, precisamente, pretendía denunciar el lenguaje barriobajero que tienen algunos adolescentes. La lista de ejemplos de la violencia en la televisión suma y sigue con protecciones al menor.

Parece ser que cuando uno es adulto ya puede escuchar y ver cualquier tipo contenidos en la televisión. No se explica, sino, que ninguna asociación denunciara al periodista Eduardo García Serrano, colaborador de El gato al agua, cuando llamó “guarra, puerca y zorra” a la Consellera de Sanitat catalana. Más bien al contrario, el programa aumentó su audiencia los días posteriores y el periodista continúa siendo uno de los habituales en las tertulias del programa de Intereconomía. Aunque las emisiones televisivas que más violencia verbal ofrecen son, o eso dicen, las retransmisiones los partidos de fútbol. Donde, cuanto más grande sea un equipo, mayores son los insultos. La mayoría de ellos suelen estar relacionados con el machismo y la homofobia. Nadie parece considerar un acto de violencia que se grite “maricón” o “nenaza” a un jugador de fútbol en el trascurso de su trabajo; pero si un jugador propina una patada o un manotazo, enseguida saltan algunas alarmas de violencia.

Pero la violencia en el deporte parece estar más asimilada y aceptada. Algunas cadenas temáticas han recuperado, desde hace unos meses, los combates de boxeo y la lucha libre. Y según algunas filtraciones en prensa, en unos meses Televisión Española podría volver a emitir corridas de toros. Un espectáculo bochornoso de tortura –y muerte- animal. Pero para encontrar auténtica violencia sin miramiento y entre personas, basta con encender la televisión a las dos (o las tres) del mediodía o a las nueve de la noche. En todas las cadenas generalistas nos encontraremos con el Telediario de turno, que es el verdadero producto periodístico de la televisión. Y ahí es donde podremos contemplar violencia como en ningún otro sitio.

Cada vez más, la sección de noticias internacionales termina derivando en un resumen de las guerras alrededor del mundo: Siria, Egipto, Libia, Afganistán… Vídeos de tanques y ejércitos se entremezclan con grandes columnas de humo y niños mutilados. Imágenes a las que ya se acostumbra nuestro cuerpo y que ya nos parecen hasta familiares, aunque no sepamos ubicar en un mapa ni la mitad de las ciudades en las que suceden estas guerras. Se echa de menos una advertencia del corresponsal o presentador de turno acerca de que las imágenes “pueden herir nuestra sensibilidad”. Quizá es que este aviso ya no nos hace falta. Ver sangre y muertos ya no daña nuestra sensibilidad.

Puede ser que ése haya sido el gran trabajo del periodismo. Ayudar a la insensibilización humana. Así, hemos caído en la trampa, y hemos cometido un fatal error. Si se pierde la empatía, se pierde la capacidad de denuncia. Y el periodismo, per se, es denuncia. Los periodistas cuentan lo que ocurre. Los grandes periodistas también denuncian lo que no ocurre. O lo que ocurre mal. Y para ello hay que mostrar la violencia. Precisamente, la violencia de la Segunda Guerra Mundial propició el uso generalizado de cámaras de vídeo y de fotografía más ligeras y con mayor calidad. Los periodistas debían desplazarse muy rápido y poder esconderse en cualquier rincón. La violencia favoreció la evolución tecnológica e informativa del siglo XX. Pero tanta cantidad de violencia nos ha saturado. La encontramos por todos lados. Y cuando realmente está, no sabemos verla.

¡FELIZ DÍA DEL ODIO A TODOS!

Roberto S. Caudet

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