Doce euros. Tan sólo doce euros. Hablo del coste total de mi factura telefónica –móvil, obviamente- durante el mes de diciembre. Para mí, una de las más bajas de toda mi vida. Y recuerdo tener móvil desde hace nueve años. No aplaudáis, no hace falta. O bueno, dadle un poquito. Gracias. Hace unos días que leí un grandísimo –aunque desfasado- libro de Howard Rheingold, o sea, Jóguar el del reno de oro. Se titula “Multitudes inteligentes” y os lo aconsejo verdaderamente. A lo largo y ancho de sus casi 400 hojas hace hincapié en la telefonía móvil y en cómo ésta ha servido para movilizar a la gente y que actúen como uno solo. El desfase del libro es temporal, ya que data de 2004 y de allí a aquí ha llovido mucho. He odiado mucho, también.
Si hubiera tenido que hablar sobre móviles en 2004, ni se me habría ocurrido pensar que un móvil servía para tantísimas cosas. Tenía 15 años. Veamos… Lo utilizaba para jugar con la serpiente, para llamar a aquellos amigos que sabía que lo utilizaban muchísimo –en aquella época, diría que lo utilizaban “mil”- y es posible que enviara con él algún que otro SMS, sobre todo a amiguísimos y a Telecinco. Siempre he sido muy fan de votar en GH. Ahora ya no. Otro aplauso. Gracias.
Estaréis pensando todos, y os entiendo, por qué no he dicho que lo utilizaba para hacer fotos, vídeos, encontrar una calle con un restaurante de cuatro tenedores, buscar un baño limpio en El Corte Inglés o reservar entradas de cine. Cuando yo tenía quince años, el móvil era eso. Un teléfono móvil. Sin cables. Punto. Ahora, los pobres, ya no son móviles. Pensad, pensad.
Si uno reflexiona un poquito, se dará cuenta de que hoy no tiene un móvil en su bolsillo. Hoy tiene una cámara de video muy cutre que también hace fotos de muy mala calidad y que, de vez en cuando, llama o recibe llamadas. Pero molan tanto… Y sino, los que tienen un I-Phone. O un I-Touch. Esos son lo more de lo more. Los clientes exclusivos de ambos teléfonos tienen cámara, GPS, proyector de DVD, quita imanes de ropa cara en Chanel, conexión a Internet… Vamos, que un I-Phone es un aparatejo que lo utilizan aquellos que tienen mucho dinero para un móvil normal, pero que no tienen tanto dinero para ir todo el día con un ordenador, un DVD, una televisión y un chófer. Lamentable.
Además, yo me pregunto, ¿por qué esa manía de que el móvil tenga de todo? ¿Acaso le pedimos a la batidora que también sea olla exprés? ¿Le rogamos al horno que nos limpie los cristales? Horrible, horrible. Somos seres pretenciosos y arrogantes. Somos lo menos. Y lo peor es ver cómo farda la gente de teléfono. “Oh, mira el mío, también le grita a la asistenta cuando llega medio segundo tarde”, “Eso no es nada, el mío le da una patada en el trasero”. ¡Venga ya! Sólo falta que gracias al Bluetooth una pueda saber si la han dejado embarazada o sólo ha sido un susto.
Esta gente que se compra móviles carísimos ha creado verdaderos traumas a la población media. ¿Qué ocurre cuando tú no tienes un I-Nada y te llaman en el bus? Haces como los actores de Los hombres de Paco: No sabes actuar. La gente mira para otro lado como si el sonido no le saliera del bolso. Incluso se pone a estornudar para hacerle sombra a la cutre-melodía que llevan. ¡Pero si esa melodía te la has descargado hace dos minutos! Claro, era muy gracioso ponerse al Chikilicuatre entre los amiguetes, pero luego a ver quién era el que reconocía en clase que lo llevaba puesto…
Otro gran problema de los móviles es que han vuelto a la gente rácana. Muy rácana. Racanísima. ¿No os habéis dado cuenta de que todo el mundo se compra el teléfono más caro de la tienda pero luego le pide al vendedor la tarifa más barata? Hay que tener valor… Los hay que no llaman por la mañana, porque les sale mega caro. Los hay que sólo envían mensajes, porque es lo más económico. Y luego están los que sólo hacen llamadas perdidas porque se les ha olvidado, con tanto programa del móvil, qué tarifa tenían. ¡Menos aplicación y más consumición!
No obstante, el asunto cambia cuando se está enamorado: ¿Quién, estando en pareja, no ha recibido un mensajito de “buenas noches, te quiero”? ¿Acaso uno no se enfada si la pareja no le envía un cutre-sms de “estoy haciendo cacotas, pero sigo pensando en ti”? ¿No le da coraje a uno cuando el otro no le llama 324 veces al día y le envía 750 sms? Pero claro, luego la pareja se rompe y uno se siente fatal…
…Se siente fatal porque con tanto dinero perdido, ya no te vas a poder comprar el nuevo móvil 3G que ha sacado Nokia. Si es que somos lo peor. Sois lo peor.
A todos, adictos al móvil. A todos los ratas. A los consumidores de I-Loquesea. Os odio. Y a Motorola, a Orange, al servicio GSM, al Bluetooth… Los odio también.
Nos vemos. Corto que me llaman...
Roberto S Caudet