martes, 26 de enero de 2010

Haití, un desastre grave pero no mucho


Me ratifico en mi insolidaridad. He llegado a la concusión de que debo ser la única persona sin sentimientos en el mundo. O quizá el único patriótico cuando realmente toca y no cuando ganamos la Eurocopa. Por cierto, rima. Me disgusta enormemente ver todos los días en los tedés (telediarios), en los programas de deportes, en los de corazón, en Callejeros y hasta en Gran Hermano la típica imagen de cuatro negros con cara de pena y una cuenta bancaria para ayudar a Haití. Hoy toca Odio Antisistema.


Primero, voy a analizar la situación: el pasado 12 de enero, un terremoto de magnitud 7.3 en la escala de Richter sacudió la isla caribeña de Haití. Poco después del primer seísmo, tuvieron lugar otras tres réplicas, de escala menor, aunque todas superaban la magnitud 5. Hasta hoy mismo, y según varios diarios españoles consultados, la cifra de muertos supera los 150.000, encontrados, y otros 10.000 desaparecidos aún. Además, se calcula que hay otros 250.000 heridos. Un desastre grave, pero tampoco mucho. Y que sólo ha afectado a los barrios humildes.

Si miramos con frialdad, la cifra total de víctimas, mortales o no, no supera las 450.000 personas. Eso implica una décima parte de la población total de la ciudad de Madrid. Con todos mis respetos, la gravedad es muy relativa en cuanto a este asunto. Cierto es que han fallecido todas de golpe, y no es comparable a las víctimas del tabaquismo, a los muertos en carretera o por cáncer. Pero las tres superan esta cifra con creces. Y, todos sabemos, en la mayoría de países de África, al día hay, exactamente, los mismos muertos, ya sea por SIDA, por inanición o por enfermedades varias. Mirándolo así, el terremoto me parece bastante simplón.


¿Y si calculamos la cantidad de inundaciones en países asiáticos? ¿Las muertes por Gripe Aviar? Nunca he visto anuncios en los que digan que donemos un euro a los servicios de investigación médica contra el cáncer. De hecho, la AECC (Asociación Española Contra el Cáncer) va por las calles recaudando dinero de la gente que se ofrezca a dar algo de lo que tiene encima. Un día al año. Uno. El bombardeo de donaciones que se nos solicita en la televisión es durante las 24h del día. Si no en un canal, en otro. Me parece muy lícito, pero me parece también abusivo.

Haití es, actualmente, y también antes del terremoto, el país más pobre de América. Su Producto Interior Bruto no supera los siete mil millones de dólares y tres cuartos de la población se dedican al sector primario. Hasta el 80% de los haitianos están sumidos en la pobreza. La mitad de las muertes en este país se producen por el VIH y los casos de tuberculosis multiplican por diez el promedio de América Latina. El 90% de la población infantil padece problemas alimenticios y enfermedades relacionadas con el hambre y la escasez de agua. Pese a ello, el 65% de Haití está alfabetizada, aunque sólo el 20% llega a los estudios secundarios. Hay trece universidades en la isla. Hace dos años, ya recibieron el impacto de fuertes lluvias que inundaron una quinta parte del país. Nadie les dio dinero entonces.


Con todos los datos sobre la mesa, ¿creéis que pienso que Haití no necesita ayuda? Claro que la necesita. Pero la requiere desde hace décadas. En este momento ya queda poco por hacer. Y lo de menos es enviar paquetes de lentejas y garbanzos o construir escuelas, como quiere Ana Rosa Quintana desde su programa. Es muy bonito –y progresista más todavía- ponerse ahora a realizar obras de caridad para los niños haitianos y para la población en general, pero, ¿quién se preocupaba por ellos hace escasamente un mes cuando se morían de hambre y no llegaban a los 40 años de vida? En ese momento todos pensábamos en los pobres niños de África, que como son más, dan más pena.

Demostrado queda que no sólo en el continente pobre la gente está en inferiores condiciones. Pero intentar hacer ahora un país nuevo de la nada es realmente imposible. Ni siquiera con los casi diez mil soldados que el Nobel de la Paz ha enviado a la isla. Esos soldados que han expulsado a los periodistas del puerto de la capital isleña para que no pudieran reproducir al mundo lo que verdaderamente ocurría. Invasión militar, lo llamo yo. Y muy poco democrática, señor Obama.

Seguid enviando todos dinero a Haití, me parece perfecto. Pero luego quejaos durante días cuando a la cajera del súper se le olvidan diez céntimos del cambio. Cuando suben los impuestos un 0.3% para ayudar a nuestro propio país. La crisis no afecta a la solidaridad, por lo visto. Pues yo propongo que todos los españoles donemos también un solo euro (conseguiríamos casi 50 millones) para la economía del país. ¿A qué no triunfaría tanto? Pues nada, me voy a poner a rezar a Zeus, a ver si envía un rayo.


Mientras, os ruego que grabéis los telediarios. Que guardéis las imágenes de los periódicos y revistas sobre lo sucedido. Y dentro de cinco, o de diez años, volved a buscar información sobre Haití. Si encontráis un país reconstruido y a gente viviendo bien, yo me habré equivocado. Si no aparece ningún tipo de nueva información, yo habré acertado, para mal de los caribeños. Todos sabemos que ocurrirá lo segundo. Dentro de diez días, igual que de la Gripe A, nadie se acordará ya de cuántas personas fallecieron en aquel terre… ¿no fue un huracán?

Feliz Día del Odio Insolidario.

Roberto S Caudet

domingo, 24 de enero de 2010

Un Tsunami de votos... Eliminados


Si recordáis, titulé mi primera entrada del blog como “Ataca la bestia”, que en el fondo, se debió al estribillo del último single de una de mis cantantes favoritas. No obstante, y como ha sido evidente durante estos tres meses, la bestia ha ido odiando a todo, y a todos cuantos obraban mal. Como si de un guerrero justiciero se tratase, he ido lanzando dardos envenenados a diestro y siniestro, de manera muy arriesgada, llegando a recibir comentarios irrespetuosos y algunas amenazas que no han llegado a puerto. La repercusión obtenida por el nivel de odio de mi blog ha sido mayor a la esperada, y más gratificante ha sido ver los comentarios diarios de unos usuarios que, sin conocerme de nada, se han molestado en leerme y en apoyarme, o en defender sus posturas opuestas. El resultado, a mitad del camino, ha obtenido una nota de notable: ocho.

Pues esta bestia citada hoy viene a tirar piedras sobre su tejado, porque parece que uno está encasillándose. Y es que vengo a hablar –y ya es la quinta vez- de Eurovisión. Lo siento de veras, pero es un tema que me atrae absolutamente la atención, y en el que se entremezclan asuntos noticiosos muy actuales, temas musicales y motivos políticos. ¿Alguien da más? Pues yo. Al ataque que voy.

El jueves, como ya sabréis –y además publiqué en cuanto sucedió-, Karmele Marchante, o lo que es lo mismo, Popstar Queen, fue eliminada de la segunda ronda clasificatoria para elegir al representante español de Eurovisión por la propia organización. Ella y tres concursantes más. Los motivos que dio RTVE fueron muy simples, la canción de la periodista rozaba el plagio y además no cumplía algunos otros requisitos del formato eurovisivo (como dije anteriormente, amén de ser muy corta, hace publicidad y tiene un trasfondo político). La cadena pública nacional fue drástica y eliminó sin más –insisto, a ella y a tres más- a la que iba en ese momento primera en votaciones.


A partir de ahí, la polémica ha estado servida. Y es, precisamente, lo que hoy odio. En España hay un problema enorme de desconocimiento de las normas básicas y de la historia de Eurovisión, y así, el concurso se ha convertido para la mitad de los españoles en un “festival del tongo” donde da igual lo que se lleve “porque no vamos a ganar”. Por esa regla de tres, la mitad de los países no participarían nunca, porque no han ganado nunca. Grecia ganó, por primera vez, en 2005, con el tema “My number one”, de Helena Paparizou, y Rusia lo hizo en 2008, gracias a Dima Bilan y su “Believe”, ambos se presentaban por segunda vez al concurso –los cantantes, digo-. Los países tenían más de 30 años en el festival y ningún primer puesto. Evidentemente, no ganar, molesta. Pero no hay que resignarse a pensar que siempre vamos a quedarnos en los últimos puestos.

El viernes, la protagonista de la historia, Karmele Marchante, y la cadena que ha actuado como plataforma, se convirtieron en un solo jugador que ha perdido la batalla y no ha sabido reaccionar. Toda la programación de Sálvame, en su versión vespertina y en su versión nocturna, se basaron en la expulsión de la periodista de la segunda ronda. Pero, ¿se extralimitaron? Francamente, creo que no del todo.

Nunca he apoyado –ni lo haré- la candidatura de Popstar Queen. Me parece lamentable, es denigrante para el pueblo español, no me representa en nada y además me parece que está muy fuera de lugar en Eurovisión, y la cantante también. No tiene voz, no sabe cantar, no se sabe su letra y jamás se ha atrevido a cantarla sin playback. Es horrible. Pero, y he aquí el asunto, RTVE sí que la aceptó como válida el lunes a mediodía cuando publicó la lista de los participantes. ¿Por qué entonces la descalifica cuatro días después? Mi percepción del asunto es, cuanto menos, muy rebuscada. Pero tengo varias opciones.

La primera de ellas es que todo se debe a estrategia de RTVE para darse bombo, al precio que sea, y dar un poco de publicidad “gratuita” al festival. Por lo pronto, este año re han registrado casi el doble de votos con respecto a los registrados el año pasado a estas alturas para elegir al candidato. Así, y con la expulsión de Karmele, todavía gana más espectacularidad el asunto, y más morbo.

La segunda de ellas, algo más oscura, es que todo se deba a un pacto estratégico de Telecinco y RTVE para darse publicidad a ambas y conseguir audiencias récord. Porque no sólo TVE se beneficia del espectáculo servido, sino también la cadena de Vasile, que anoche tuvo pico de audiencia con Sálvame Deluxe y por la tarde logró arrebatarle el liderazgo a “Amar en tiempos revueltos” con la expectación de Sálvame Diario por ver –o no ver- a Karmele “hundida”. Dos millones y medio de espectadores.

Lo que más gracia me hace es el argumento que muchos defienden para criticar a Popstar Queen por que quiera ser, de manera puntual, cantante. El mundo con más intrusismo es, precisamente, el del periodismo. Y eso bien lo sabe Telecinco. Belén Esteban es el ejemplo de que uno puede estar en la televisión durante años sin tener la licenciatura –ahora grado- de periodismo. Otro gran ejemplo sería Mª Teresa Campos. Licenciada en Filosofía y Comunicación Audiovisual. ¿Qué hay de malo en que Karmele quiera ser cantante? ¿Qué era David Bustamante antes de entrar a OT? ¿Y Soraya Arnelas? La periodista no va a operar a nadie a corazón abierto. Va a interpretar –iba, perdón- un tema más o menos divertido y artístico que, hasta el momento, había recibido 120.000 votos, casi el 35% del total.


Así pues, no le veo el problema de base a que Karmele pudiera presentarse a Eurovisión, aunque, insisto, no me gustaba en absoluto su tema. Y tampoco entiendo por qué ahora es eliminada y no el lunes. Se supone, según nos anunciaba RTVE el día de la publicación de candidatos, que todos habían pasado por un casting previo para asegurarse de que cumplían las normas. ¿Quién hizo ese casting a Karmele? ¿Acaso la de ella no iba a estar mirada con lupa? Qué bajeza. Qué poca elegancia.

Desde aquí, mi total apoyo a Telecircoperdón- y a su manifiesto en el que solicitan la responsabilidad sobre el asunto de RTVE y la dimisión de la persona, o personas, asignadas a vigilar que las canciones cumplieran las normas. La canción había sido admitida y era la más votada. Si querían haberla hecho desaparecer, valía con que el día de la final televisada, el jurado correspondiente le diera una puntuación baja para que, ni con los votos del público, Popstar Queen nos fuera a representar en Oslo.

Fatal, RTVE, fatal. Hoy, te odio. Por lo poco preciso. Por la descarada manipulacíón pública al concurso. Porque, un año más, vuelve a pinchar en credibilidad y elegancia. Y también os odio a todos los que apoyáis a Karmele por el mero hecho de ser la “contrafestivalera”. Un poquito de criterio. Gracias. El concurso lo ven varios cientos de millones de persona en todo el mundo.


Sin más, y como ya avisé el jueves, a partir de ayer empecé a promocionar a la que es mi canción favorita por España. Ya daré los motivos en otro momento. Mientras, escuchadla si queréis. Ellas son Venus, y su canción: “Perfecta”.

Gracias a todos por seguir conmigo en esta nueva etapa del Odio, ya sin lastres de evaluaciones encima. De ahora en adelante, vosotros seréis mis correctores. ¡Feliz Día del Odio!

Roberto S Caudet

jueves, 21 de enero de 2010

"Pintaba pluscuamperfecto" - ¡España te necesita! (Segunda Parte)



Et voilà la segunda parte de esta mega-entrada eurovisiva! Si os acordáis, estábamos en el momento clave del declive de España en el Festival de la Canción de Eurovisión. Después de un súper David Civera y tres ediciones de Operación Triunfo con sus tres ganadores correspondientes para ir al concurso, el formato iba perdiendo mecha. La última edición del concurso que ahora reside en Telecinco no tuvo la expectación esperada y, de hecho, Ramón, el último concursante elegido, también fue el que peor nos dejó de los últimos años. Aun así, un décimo puesto en Estambul de la mano de “Para llenarme de ti”.


Nos paramos, pues, en el año 2005. La pública decidía hacer un concurso en abierto que, tras un casting interno, se televisaría con una audiencia media. Al final, el combate estuvo entre dos tríos: uno de mujeres... y el otro de… mujeres también, creo. Son de Sol cantaban “Brujería” y Las Supremas de Móstoles nos regalaban su “Eres un enfermo”. Finalmente, las madrileñas de adopción se quedaban en un segundo puesto. Y ese marido cibernético que se pajeaba a todas horas se quedó sin ser escuchado en Ucrania. Sin embargo, en España sonó por todos lados y se convirtió en la canción del verano. Un tema fresco, divertido e interpretado por tres botes de laca andantes cuya máxima eran los ponchos de colores vivos sacados de la última temporada primavera-verano de El Corte Inglés.

Escogimos a las andaluzas. Cualquier español sabe que una apuesta andaluza siempre es una apuesta segura en Eurovisión. No sabremos cómo quedaremos, pero sabemos que toda Europa será consciente de que España sigue viva. Y que los toros van por las calles tan ricamente. Así pues, Son de Sol apareció en el escenario de Kiev intentando seguir la estela de los últimos años.



Analizando la situación, la coreografía parecía sacada de un festival de primaria de cualquier colegio mexicano que se cree bailador flamenco. Muy compaginadas las tres. Muy andaluzas.Yo creo que éstas tres fueron las que más tarde intervendrían en el mítico tablao de Misión Imposible 3. Por otro lado, el vestuario era vistoso y de raso. Tan caro que se quedaron sin presupuesto para los coristas y bailarines, y éstos tuvieron que ir con lo primero que encontraron por casa. La letra de la canción tampoco sería un Nobel de Literatura “sólo deseo tu cuerpo caliente y tu mirada como un fuego ardiente que me penetra toda, toda”. No sabemos el nivel de rombos que tendríamos que haber llevado a Kiev, pero estoy seguro de que nos quedamos cortos. Para colmo, un intento de rapero afónico a lo Sabina un día de juerga nos decía cuatro –o cinco- frases ininteligibles para el oído humano.

¿Resultado? 28 puntitos y un vigésimo primer (21º) puesto para España. Once puestos bajábamos de un año para otro. Sorpresa total. RTVE estaba escarmentada de su hazaña democrática y para el año siguiente decidió enviar a un grupo muy conocido en Europa por cantar la canción más extraña de la década. Y todo sin avisar a nadie. Qué mala fe. Con Las Ketchup nos fuimos para Grecia a ver si conseguíamos mejorar lo del trío andaluz.

Aunque en sus inicios, Las Ketchup también eran tres, para Eurovisión decidieron llevar también a la cuarta hermana. Un viaje pagado a Atenas siempre es bien recibido. De hecho, lo extraño fue que no se llevaran también a las hijas de Zapatero. Total, que las cuatro hermanas se subieron a un escenario que, como no podía ser de otra manera, estaba totalmente vestido de rojo. Todo era rojo. Como el Ketchup. Como el Bloody Mary. Ojo al vídeo, no tiene desperdicio alguno. No os perdáis los comentarios del locutor inglés:



Sobre el escenario, las Mujeres Desesperadas al completo: la rubia, la morena, la pelirroja y la que sobra. Y dos bailarines, de sexo dudoso, que interpretaban una especie de Kapoeira con micros y sillas de oficina por todos lados. Aquello parecía un Sketch eliminado de Camera Café. Y para colmo, las cuatro iban calzadas con las típicas alpargatas de cuña a lo María Abradelo. Todo el baile en las sillas de oficina. Para arriba, para abajo. No sabemos si el Bloody Mary –bebida alcohólica a base de vodka y zumo de tomate- se lo tomaron ellas, la coreógrafa o el esceneógrafo, pero ahí falló todo.


Por destrozo, hasta el del escritor de la letra, que bien pudo ser Sabina también: “puedo ser de barrio bajo underground, pero mi corazón se te ha declarao’ – Dutyfree, dutyfree, dutyfree – Un Bloody Mary, por favor”. La letra, que me la traduzcan, porque yo no entiendo nada: “Hubiera o hubiese habido un buen vacilón. Pintaba pluscuamperfecto”. ¿¿¿??? El comentarista de Reino Unido, que es del que os he puesto el video, acaba la actuación diciendo “España, lo siento”. Más lo sentimos nosotros, no se preocupe usted. Misma posición del año anterior, la 21, y diez puntos menos. Tan sólo 18.

Pero tranquilo todo el mundo, que después de este festival del tomate todavía teníamos un As bajo la manga. O mejor dicho, un-As hormon-AS. El público votante de TVE no lo dudó en votar a los cuatro musculosos, sexys, buenorros, morenísimos, guapísimos, cuerpazos, salero, ¡ay qué arte! Del grupo D’Nash. Mikel, Basty, Javi y Ony eran el grupo Nash hasta que fueran denunciados, cual Tamara-Ámbar-Yurena, y tuvieran que añadirse una "D" delante. D’Nash nos representó con un título en spanglish, lo menos, “I love you, mi vida”. Este año, para innovar, cambiamos el rojo del escenario por el blanco. Y a las cuatro petardas por cuatro buenorros. Todo parecía indicar que tendríamos el éxito asegurado.



Una canción muy eurovisiva, con una puesta en escena vistosa que incluía el lenguaje de signos de los sordos en su coreografía. Sin embargo, la letra nos volvía a fallar “I love you, mi vida, i-e-o, desgarra mi vida y pártela en dos. Que se unan mis días si todo es mentira y pierdo tu amor, the power of love”. Zacaplás. Agárrense que vienen curvas. Ya fuera por los cuerpazos, o por los cuerpazos, el grupo se llevó 48 puntos y subieron a la posición 20. Ya era mérito.




Tocaba sacar el As. Ahora sí que sí. El AS-queroso. Porque lo del Chikilicuatre ya no tiene nombre. La guinda que colmó el vaso llegó hace apenas dos años, y puede que vuelva a repetirse, cuando la audiencia votante decidió enviar a Eurovisión a un humorista en lugar de a un cantante. El personaje sacado del show de Buenafuente, Rodolfo Chikilicuatre, nos invadió con su canción pegadiza y muy básica –de verbena, más bien- y su bailarina que erraba continuamente en los pasos.

Sobre la canción ni hablo. Sobre el vestuario y el atrezzo no me pronuncio. Sobre el espectáculo formado no comentaré. Me limitaré a decir que obtuvo la décimo sexta posición, o lo que es lo mismo, la mejor de las últimas cinco intervenciones que hemos hecho en el festival. Media Europa, por lo visto, bailo el "Chiki-chiki". Pues eso. Pasamos a la siguiente -y última- actuación en Eurovisión.

Soraya. El público lo decidió tras un empate técnico con Melody. Soraya fue la encargada de representarnos en Eurovisión el año pasado. La extremeña, de nuevo y por fin, era (es) una cantante reconocida en nuestro país y ya va por camino de su quinto disco. La canción, muy del estilo de Grecia y Turquía, incluía fragmentos en español y en inglés con toques árabes y violines muy clásicos. De nuevo, parecía que los españoles habíamos cogido el buen rumbo y nos iban a ir bien las cosas.




Tampoco voy a entrar en la polémica del certamen de 2009 y lo que ocurrió días antes con TVE y con la UER. Desde luego, nadie podrá reprochar a Soraya Arnelas que desafinara, que se equivocara, o que no diera el cien por cien arriba del escenario ruso. Me quitaré el sobrero dos mil veces si hace falta. Se me siguen poniendo los pelos de punta. Y, además, innovamos en el festival, con numerito de magia incluido. Ni siquiera se le fue la voz en el último agudo que cantó tras su fuerte baile durante tres minutos de actuación. Fuera por que no les gustamos, o fuera por la manipulación y mofa televisiva que desde la pública española se hizo a Eurovisión, Soraya sólo recibió 23 puntos y quedó, empatada, en el penúltimo lugar de la tabla. De nuevo, otro chasco.


Como véis, esta vez no voy a odiar. Porque, como dice mi amiga Indhira Gandhi, “ya lo hemos pagado”. Ya hemos pagado nuestros continuos errores en el Festival de Eurovisión. Y, precisamente por ello, tendríamos que saber que no basta con llevar al flamenco de turno, ni al humorista del programa de éxito, ni tampoco a baladeros aburridos. Hay que llevar lo mejor que tengamos en nuestro país, musicalmente hablando, en ese momento. Y sólo si no hay burla de RTVE, sólo en ese caso, insisto, tendremos buenas posiciones.

Repasad a Karina, a Salomé, a Massiel, a Sergio Dalma, a Raphael, a David Civera, a Anabel Conde, a Nina, a Bravo, a Betty Missiego, a Mocedades… Un poquito de criterio, y el odio se transforma en buena música. En buenas posiciones. En un Eurovisión con posibilidades. Os quedan –nos quedan- catorce días para votar bien.

Que no se desperdicie.

¿Mi opción? El sábado lo sabréis. Hasta entonces, ¡feliz Día del Odio!

Roberto S Caudet

martes, 19 de enero de 2010

¡España te necesita! (Primera Parte)


49 participaciones. España concursa ininterrumpidamente desde el año 1961 en que Conchita Bautista nos representó por primera vez en el Festival de la Canción de Eurovisión. Sin duda alguna, eran otros tiempos. Ayer se dieron a conocer los trescientos trece (313) participantes que optan a llevarse el lujo de ser los representantes españoles en la edición número 55º que se celebrará en Oslo.


Pero no voy a hablar de los preseleccionados, no os preocupéis…
porque eso lo haré otro día. De momento, hay que dejar que los votos sumen y sumen para ir pensando quiénes serán realmente los favoritos y si, finalmente, acaban saliendo tantos descalificados como parece. Este año, por lo visto, RTVE ha tenido manga ancha con los cantantes. Y con Karmele.

Bajo el lema "¡España te necesita!" Votaremos este año al que va a ser nuestro representante, y por el momento, todo el mundo parece llevarse las manos a la cabeza con la primera posición provisional de la periodista –ejum- convertida a Reina y Estrella del Popejum bis-. ¿Acaso, España, podría decirse que somos un país modelo en enviar a los mejores cantantes al certamen? Hoy toca repaso eurovisivo. Los detractores, que vayan cerrando ventana porque hoy vengo cargadito de música. A los amantes de la buena música, también les invito a que vayan a otro blog. Para todos los demás, MasterCard. ¡Comenzamos!

Es tradición popular decir que cualquier tiempo pasado nos parece mejor. Y parece que si remontamos a los años 60 y 70, España tenía mejores posiciones en Eurovisión –cierto es, dos primeros premios consecutivos-. Sin embargo, también hubo actuaciones penosas, patéticas, insufribles, infumables, desastrosas… Vamos como un telediario de Intereconomía. De hecho, la segunda actuación que llevamos al concurso, de mano de Víctor Balaguer, fue la primera ocasión en la que quedamos últimos (en la 13º posición, qué gracioso) con cero points.



Aquél pseudo-Frank Sinatra apareció como el que ve un Poltergheist en el escenario de Luxemburgo. Su canción, pura poesía, rezaba “Cuenta conmigo como el amigo que nunca olvida. Llámame y tu pecado será olvidado con sólo decir “ven””. Lo que yo diga, el señor Balaguer se vistió de cura y le hablaba a la niña del exorcista. Fatal.

Cuatro años más tarde volvimos a enviar a Conchita Bautista, que tenía dos actuaciones por el precio de una. A ver si os creéis que Carrefour es el inventor de las rebajas. La señora se nos tiñó de rubia por aquello de las suecas que venían a veranear a Torrevieja. Otro cero points como resulté y para casa con la faja enganchada a las megabragas que llevaría la pobre. Desastroso.

Desde ese momento y hasta el año 1983 ganamos dos veces. En el 68 y en el 69. Con Massiel y Salomé. La primera bebió tanto champagne para celebrarlo que todavía le dura la resaca. Borracha todo el día. Qué mala es la vejez, que se lo digan a Sara Montiel… Otros tres segundos premios llegaron durante esos veinte años y alguna posición intermedia en la tabla. Tranquilos, España tenía que dar mucho de qué hablar. Y vendría todo seguidito…



Año 1983, Munich. La gitana Remedios Amaya nos representa descalza, para descontento de todos los países, que no se atrevieron a darnos puntos, por si nos los gastábamos en jamón en lugar de en zapatos para la pobre mujer. “Quién maneja mi barca” ha sido catalogada como la peor canción de la historia española en Eurovisión. Aunque visto lo de los últimos siete años, no sé yo qué decir. Desde luego, y después de su actuación, no me extraña que los alemanes decidieran tirar abajo el muro de Berlín. Querían escapar como fuera de la señora Amaya. Cómo les entiendo. Seis años les costó el trauma.



El resto de años 80 fue bastante tranquilito para nuestro país, aunque ya empezábamos a bajar posiciones y relegarnos a las más mediocres. Todavía sin bajar del puesto número 19. De hecho, y para sorpresa de todos, Azúcar Moreno quedaban en la quinta posición, y Paloma San Basilio era arrastrada hasta la décimo cuarta cinco años antes. El mundo es duro…

La cosa se estropeó en los años 90, está claro. En el 92, el pianista ciego, Sebastián Zuribi –otro que le cogió gustito a Eurovisión y tuvo que ir también en el 2000- nos representaba con la archiconocida “Todo esto es la música”. Sólo 37 puntos recibidos. Dos años más tarde, Alejandro Abad y su “Ella no es ella¿Y entonces quién es?, se caerían con 17 puntos a la 18º posición. Otros dos años más tarde la volvimos a cagar con Antonio Carbonell y el tema “¡Ay, qué deseo!” que obtuvieron la posición número veinte.




La canción no era buena, ni mucho menos, pero peor era el “artista”. Juntad al cantante de Jarabe de Palo, a Carlinhos Brown, a Ketama y hacedle cantar una canción flamenca de Luis Miguel. El resultado es Antonio Carbonell cantando “¡Ay qué deseo”, lo juro. Puedo probarlo.




No nos iría mucho mejor en los años venideros. Para acabar los noventa, alguien tuvo el desacierto de sacar a una pobre chica del día del Orgullo Gay, de meterla en Jerusalén con cuatro coristas con nociones básicas de Cha-cha-chá y obligarle a cantar lo primero que se le ocurra. Obviamente, nadie querría escucharlo. Y así fue. Última posición para Lydia y su “No quiero escuchar”. Era para verla. Ella y su disfraz carnavalesco de Reina de Corazones del País de las Maravillas sólo escucharon “one point” a lo largo de hora y media de votaciones… Fatal, fatal. Ángelita mía.


 
El Zuribi la volvió a liar al año siguiente, quedándose con sólo 18 puntos. Luego vendrían Civera y los Triunfitos, todos con posiciones aceptables… Hasta que volvimos a irnos de madre. Ya eran demasiados años actuando “bien”…


Y yo me estoy enrollando mucho. Si queréis ver la segunda parte del mensaje, esperad al jueves por la tarde. Las notas de estos proyectos ya estarán publicadas, pero yo voy a seguir dando caña. ¡Como España! -Matadme por ese comentario- Escuchad buena música. Y sobre todo, pero sobre todo, no votéis a Karmele.

¡Feliz Día del Odio a todos!

Roberto S Caudet

sábado, 16 de enero de 2010

Santa Rita, Rita, el Cabanyal no se quita


Harto. Muy harto. Mega harto tirando a hartísimo estoy. ¿Hasta dónde llega la manipulación en los medios de comunicación? Hoy se ha producido el colmo de los colmos en el telediario de una de las cadenas de televisión públicas –y autonómicas- de nuestro país. No hace falta que dé más datos, ¿no? Vale.

Siempre me ha parecido muy lícito –contrariamente al resto de periodistas y personas en el mundo- que un medio incline sus opiniones e informaciones hacia sus ideologías. Una cosa es opinar e informar y otra sólo opinar. Una más alejada es opinar de manera denigrante, pero voy a suponer que nadie hace eso. Insisto, informar y dar opiniones a la vez no me parece un aspecto negativo. Al fin y al cabo los debates son eso, y están muy bien valorados.


El problema viene cuando se opina, no se informa y encima se manipulan descaradamente unos datos existentes afín de… No entiendo con qué fin, vaya. La noticia rezaba algo así como que “La amplia mayoría del barrio del Cabanyal está descontenta por el plan del Gobierno para no prolongar la Avenida Blasco Ibáñez”. Apaga y vámonos. La frase en sí es poesía. Para cualquier valenciano poco más hay que decir. Sin embargo, conozco algunas de vuestras procedencias, así que me explico.

El barrio del Cabanyal es uno de los más antiguos de Valencia. Y de los pocos que vive pegado al mar. Es el barrio marítimo y pesquero por excelencia, y además ha sido declarado “Bien de Interés Cultural”. Algunos de los edificios que se alzan son verdadero arte. Hay fachadas de azulejos, de conchas, con murales… Una verdadera pasada. Y todo construido hace –lo menos- cien años. No vivo allí, ni mucho menos, pero uno sabe reconocer algo bonito cuando lo ve. Y el Cabanyal, en parte, es precioso.

No todo es alegría y color, por supuesto. Aparte de la Lonja y el Mercado del barrio –otros dos edificios divinos- hay dos problemas en el barrio: las drogas y la marginación. El Cabanyal también es uno de los barrios más pobres de Valencia, y gran parte de sus habitantes se dedican principalmente al comercio de droga y de prostitución. Hay calles donde uno no osaría a pasar a medianoche y sólo.

El Gobierno del Partido Popular hace años que decidió tirar abajo alrededor del 30% de las casas del barrio para prolongar la Avenida Blasco Ibáñez (una de las más grandes de la ciudad, empieza en Los Viveros y continúa por las Universidades públicas) hasta el mar. O sea: yo te tiro la casa y en su lugar pongo doble carril, zona azul para aparcar y cuatro palmeras, que siempre hace bonito. Realmente, el cambio es fabuloso. Todos sabemos que a los valencianos nos encantan las calles grandes, verdes y las cosas nuevas, ¿cierto? Pues no. Estáis engañados. Lo siento. Esto ha sido peor que lo de Papá Noel. Estoy seguro. Lo siento, en serio.


No os voy a contar, porque me quedaría corto, la cantidad de manifestaciones, plataformas, programas, consensos, centros de ayuda, etc. que se han montado para “Salvar el Cabanyal”. Es decir, que todos esos vecinos a los que les quieren tirar las casas puedan seguir viviendo allí. Yo mismo estuve allí haciendo un reportaje hace algo menos de un año y, lógicamente, entrevisté a algunas personas que llevaban viviendo entre 50 y 80 años en esas casas. Enfatizo: en SUS casas.


Los más jóvenes las habían heredado de sus abuelos y habían dejado todavía el estilo rústico-marítimo de esas casitas de doble planta pegadas a la costa. Algunos matrimonios me contaron que ni por un adosado en la Moraleja cambiaban su vivienda en el tercer piso de la calle equis. Los más ancianos lamentaban tener que dejar la única casa que habían visto. A sus vecinos de siempre. A los hijos de sus vecinos de siempre. Las vistas al mar. Los paseos con la brisa de Levante. Cuando uno acababa la conversación con cualquier habitante del Cabanyal al que le iban a tirar su casa para prolongar una avenida no podía sino echarse a llorar. Absolutamente lamentable la iniciativa del PP valenciano con Rita Barberá –alcaldesa de Valencia- a la cabeza.

Me produjo una calma terrible ver cómo hace días el Gobierno central había conseguido paralizar las obras (muchas de las casas que quieren tirar han sido compradas por el Ayuntamiento y ya están derruidas) del Cabanyal. Sin embargo, dos días después, el Gobierno valenciano propuso una ley autonómica para que el plan siguiera adelante. Horror, pensé. Qué humillante para los vecinos. Era casi tétrico ver las fotos del Parlament, las imágenes de Rita y Camps sonriendo ante la cámara con un puñado de obreros y arquitectos. Era verdaderamente lamentable.

Hoy, para colmo, la noticia decía que la prolongación de la avenida ayudará al bienestar del barrio ¿¿?? Y a su auge económico. ¿Economía de quién? ¿De los que blanquean dinero a través de carreteras y arbolitos nuevos? ¡Venga ya! Lo peor de todo eran los vecinos que salían diciendo “¡qué tiren ya esas casas!¿Perdón? ¡Que se las tiren a ellos! Claro, la cosa cambiaría… Es que es lamentable. Infumable. Despreciable. Terrible. Horroroso. Denigrante. No puedo. Yo no puedo con esta política basura.


Desde mi odio más profundo hablo duro y con compromiso para estos alcaldes y diputados inhumanos que van a tirar abajo –si lo logran finalmente- las casas de ciudadanos de clase media. Que van a tirarles abajo sus casas de toda la vida. Que van a tirar abajo unos edificios de Bien de Interés Cultural. Que van a tirar abajo la historia y el arte valenciano. Ojalá no ocurra nunca. Desde mi humilde posición, sólo puedo sumarme a las actividades de protesta,  y añadir:

Santa Rita, Rita, el Cabanyal no se quita.

Roberto S Caudet

jueves, 14 de enero de 2010

¿Le pedimos a la batidora que sea olla exprés?



Doce euros. Tan sólo doce euros. Hablo del coste total de mi factura telefónica –móvil, obviamente- durante el mes de diciembre. Para mí, una de las más bajas de toda mi vida. Y recuerdo tener móvil desde hace nueve años. No aplaudáis, no hace falta. O bueno, dadle un poquito. Gracias. Hace unos días que leí un grandísimo –aunque desfasado- libro de Howard Rheingold, o sea, Jóguar el del reno de oro. Se titula “Multitudes inteligentes” y os lo aconsejo verdaderamente. A lo largo y ancho de sus casi 400 hojas hace hincapié en la telefonía móvil y en cómo ésta ha servido para movilizar a la gente y que actúen como uno solo. El desfase del libro es temporal, ya que data de 2004 y de allí a aquí ha llovido mucho. He odiado mucho, también.


Si hubiera tenido que hablar sobre móviles en 2004, ni se me habría ocurrido pensar que un móvil servía para tantísimas cosas. Tenía 15 años. Veamos… Lo utilizaba para jugar con la serpiente, para llamar a aquellos amigos que sabía que lo utilizaban muchísimo –en aquella época, diría que lo utilizaban “mil”- y es posible que enviara con él algún que otro SMS, sobre todo a amiguísimos y a Telecinco. Siempre he sido muy fan de votar en GH. Ahora ya no. Otro aplauso. Gracias.

Estaréis pensando todos, y os entiendo, por qué no he dicho que lo utilizaba para hacer fotos, vídeos, encontrar una calle con un restaurante de cuatro tenedores, buscar un baño limpio en El Corte Inglés o reservar entradas de cine. Cuando yo tenía quince años, el móvil era eso. Un teléfono móvil. Sin cables. Punto. Ahora, los pobres, ya no son móviles. Pensad, pensad.

Si uno reflexiona un poquito, se dará cuenta de que hoy no tiene un móvil en su bolsillo. Hoy tiene una cámara de video muy cutre que también hace fotos de muy mala calidad y que, de vez en cuando, llama o recibe llamadas. Pero molan tanto… Y sino, los que tienen un I-Phone. O un I-Touch. Esos son lo more de lo more. Los clientes exclusivos de ambos teléfonos tienen cámara, GPS, proyector de DVD, quita imanes de ropa cara en Chanel, conexión a Internet… Vamos, que un I-Phone es un aparatejo que lo utilizan aquellos que tienen mucho dinero para un móvil normal, pero que no tienen tanto dinero para ir todo el día con un ordenador, un DVD, una televisión y un chófer. Lamentable.

Además, yo me pregunto, ¿por qué esa manía de que el móvil tenga de todo? ¿Acaso le pedimos a la batidora que también sea olla exprés? ¿Le rogamos al horno que nos limpie los cristales? Horrible, horrible. Somos seres pretenciosos y arrogantes. Somos lo menos. Y lo peor es ver cómo farda la gente de teléfono. “Oh, mira el mío, también le grita a la asistenta cuando llega medio segundo tarde”, “Eso no es nada, el mío le da una patada en el trasero”. ¡Venga ya! Sólo falta que gracias al Bluetooth una pueda saber si la han dejado embarazada o sólo ha sido un susto.

Esta gente que se compra móviles carísimos ha creado verdaderos traumas a la población media. ¿Qué ocurre cuando tú no tienes un I-Nada y te llaman en el bus? Haces como los actores de Los hombres de Paco: No sabes actuar. La gente mira para otro lado como si el sonido no le saliera del bolso. Incluso se pone a estornudar para hacerle sombra a la cutre-melodía que llevan. ¡Pero si esa melodía te la has descargado hace dos minutos! Claro, era muy gracioso ponerse al Chikilicuatre entre los amiguetes, pero luego a ver quién era el que reconocía en clase que lo llevaba puesto…

Otro gran problema de los móviles es que han vuelto a la gente rácana. Muy rácana. Racanísima. ¿No os habéis dado cuenta de que todo el mundo se compra el teléfono más caro de la tienda pero luego le pide al vendedor la tarifa más barata? Hay que tener valor… Los hay que no llaman por la mañana, porque les sale mega caro. Los hay que sólo envían mensajes, porque es lo más económico. Y luego están los que sólo hacen llamadas perdidas porque se les ha olvidado, con tanto programa del móvil, qué tarifa tenían. ¡Menos aplicación y más consumición!


No obstante, el asunto cambia cuando se está enamorado: ¿Quién, estando en pareja, no ha recibido un mensajito de “buenas noches, te quiero”? ¿Acaso uno no se enfada si la pareja no le envía un cutre-sms de “estoy haciendo cacotas, pero sigo pensando en ti”? ¿No le da coraje a uno cuando el otro no le llama 324 veces al día y le envía 750 sms? Pero claro, luego la pareja se rompe y uno se siente fatal

…Se siente fatal porque con tanto dinero perdido, ya no te vas a poder comprar el nuevo móvil 3G que ha sacado Nokia. Si es que somos lo peor. Sois lo peor.

A todos, adictos al móvil. A todos los ratas. A los consumidores de I-Loquesea. Os odio. Y a Motorola, a Orange, al servicio GSM, al Bluetooth… Los odio también.

Nos vemos. Corto que me llaman...

Roberto S Caudet