A veces uno se pregunta por su pasado y, generalmente, además de recuerdos e imágenes, también le vienen a la mente música. Mucha música. Yo he pasado mi vida pegado a cedés, a radios, a cassettes… Y, por supuesto, he sido de los que decían que el Top Manta era caca, que Emule era lo peor del mundo, y que siempre se compraba los discos recién sacaditos del horno. En Carrefour que eran más baratos, o en el Corti, que de normal regalaban póster de los artistas… He sido muy muy fan de varias cantantes (siempre mujeres, aprecio más sus voces) y hoy, una de ellas es la protagonista del artículo. ¿Su nombre? Natalia Rodríguez Gallego. Natalia, sin más.
Natalia Rodríguez nació en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) el 11 de diciembre de 1982. Con tan sólo 18 años logró ser una de las primeras 16 participantes del exitoso Operación Triunfo 2001 en TVE. Fue expulsada en su tercera nominación en una votación muy ajustada y, pese a ello, fue la primera en editar un disco en solitario de todos cuantos pisaron el plató de Carlos Lozano. Así, en 2002 salía al mercado “No soy un ángel”, un disco que arrasó en ventas y que la situó como una de las triunfitas con más éxito del concurso. A este disco le siguieron “Besa mi piel” y “Natalia”, gracias a los cuales la triunfita empezaba a afianzarse en el mercado pop español.
Pese a su imagen sensual –a veces grotesca-, Natalia fue llamada para presentar el programa infantil de antena 3, “Megatrix”. También acabaría co-presentando (a lo Belén Esteban) el “Grand Prix” para la Forta –la cadena de televisiones públicas autonómicas- junto a Bertín Osborne. En 2006 lanzó al mercado su mejor disco, para mí, por supuesto, titulado “Nada es lo que crees”. Entre tantas canciones, “Loco por mí” y “No fui yo” (la versión española de “Let’s get wild”, de Helena Paparizou) fueron las elegidas para seguir avanzando en su carrera. Pequeño tropiezo tendría la gaditana un año después, con su disco “Radikal”. El disco, que se vendía como rebelde, sonaba a un intento desfasado por parecer otra, aunque todos sus ingredientes sonaban a ya escuchados. Un orinal adornaba las fotos de su promoción y una K en el título que ya inventó Nuria Fergó con su “Paketenteres”.
Después de un par de años en silencio, ahora renace con su último single, “Libérate”. El videoclip oficial, junto al rapero Young J., ya se puede ver en internet como el más votado en Los 40 Principales. El videoclip es un “más de lo mismo”, aderezado con una salsa vinagreta muy explosiva que le da un sabor especialmente amargo. Natalia intenta vender –para variar- una imagen de ella que se escape del tópico “rubia sexy – Lolita”. Sin embargo, en su campaña de marketing está vestida con plumas negras, melena al viento y escasos centímetros de ropa que dejan al aire hasta casi su sexo. La imagen resulta tan grotesca y poligonera que no sería extraño que uno de los temas que compongan su trabajo esté a dúo con Rebeca, la del “Duro de pelar”.
El video, como digo, no puede empezar peor: un rapero nos va mostrando a seis bailarinas disfrazadas de La Mala Rodríguez, a su vez disfrazada de Edurne, intentando ésta imitar a Beyoncé. Postizos muy cutres en el pelo con un flequillo recto que dejó de llevarse, al menos en mi ciudad, hace dos años. Natalia, igualmente encorsetada, empieza a sugerirnos unos movimientos que son la versión lenta, a lo Carros de fuego, de los pasos de Shakira. La letra de la cantante no mejora la situación: “Se piensan que fui yo una muñeca que no sentí, que no sufrí el dolor”. “Pero el pasado encallado está, de frente seguiré”. Ay, Natalia, que esas frases son las que dices siempre en todos tus singles. Ya no cuelan, cari. Y menos con esos modelitos.
Cuando parece que no puede empeorar, llega otro momentazo: “Oh-oh-oh-oh-oh, escucha tus latidos, oh-oh-oh-oh-oh, dirige tu camino”. ZAS. Cambio de música, de estilo y de estrofa acaban de matar la poca dignidad que se respiraba en el videoclip. Natalia intenta revivir su “oh-oh, yo no sé nada de ti, oh-oh, dime qué buscas de mí”. Parece que la rubia se ha enterado (imagino que se lo ha chivado la Gaga) de que no hace falta una buena letra para triunfar. Y le habrá dicho también que cuando una no sepa qué incluir en su tema para sumar tiempo, que meta sílabas sin más para que parezca que hay más texto. Fatal. Pero es que además el cuerpo de baile no ayuda.
Las bailarinas menean sus piernas celulíticas mientras pegan saltitos y se distraen jugando al limbo, todo ya muy visto en los videoclips de Lady Gaga, a su vez ya visto en otros de los años 70. Lo único raro es que los aracos que lleva Natalia, que también son sus pulseras, no terminen en alguno de sus ojos mientras, después de los “oh-oh-oh” diga “cara de brisca”, que lo de póker ya sería demasiado. Lo peor llega después. El estribillo. El estribillo que vuelven a ser dos frases repetidas y muy comerciales en plan “sé tu mismo”, que siempre vende muy bien. Y más “oh-oh-oh”… Uno empieza a pensar que las bailarinas son, en realidad, los siete enanitos de Blancanieves. Pues Natalia podría haber interpretado a Mudito… para lo que hace…
La segunda parte del videoclip es una repetición insulsa de la primera parte del mismo. Natalia y las seis Rapunzel van desfasadas intentando seguir los pasos de “Single ladies”, de Beyoncé, delante del típico chroma para poder tener un fondo blanco, uno negro y hasta el rojo de los momentos solista de Natalia que, de vez en cuando, aparece con unos flashes en sus pulseras (“Me encanta el oro”, que diría Inma-GH) en plan Embrujadas. Imagino que lo que se han ahorrado en tela y guionistas se lo han gastado en alguien que sepa manejar el PhotoShop. Muy bien.
Todo parece indicar que el único momento interesante del videoclip será, si es que ocurre, cuando se le salga alguno de sus pechos a la cantante, o a las bailarinas. Y que lo diga yo, manda huevos. Pero no, a partir del segundo minuto quince, la cantante decide fingir que se da el lote con dos de sus bailarinas mientras sigue cantando que seamos nosotros mismos y no finjamos. ¿Acaso le han contagiado, todos sus fans gayers, algo de lesbianismo a Natalia? ¡Claro que no! Ella sigue siendo heterosexual, pero jugar a la ambigüedad siempre vende más. Lo raro es que no haya llamado a Madonna para el beso.
En cualquier caso, las dotes de actriz oscarizada vienen justo después. El momentazo espectacular que bien puede valerle un Goya -¡o dos!- a Natalia es en el que actúa -¿interactúa?- con el rapero. Es el acabose. Aparece ahí la pobre Tali (así es como la llama(mos)n sus fans) disfrazada de sus coristas, perreando a lo guarra, guarrísima, mega guarra, con un rapero calvito que bien podrían haberlo sacado de algún programa playero de Callejeros. Sin embargo y a diferencia de los videos-reggaeton, Natalia no llega a refregarse mucho. Prefiere reservarse para la guerra en el barro dorado que llega después.
Natalia, que ya ha hecho de azafata, de madrina, de publicista, modelo, cantante, presentadora y actriz, ahora quiere venderse también como Burbuja Freixenet, y lo intenta dándose un baño que ya quisiera para sí la protagonista de “J’adoooooore”. Aunque con el poco oro líquido que se ve, algo me dice que la piscina la han rellenado fundiendo las pulseras de sus brazos al acabar el montaje. Qué lástima. Como no podía ser de otra manera, la canción termina con más OH. Un espectáculo lamentable el que nos ofrece en esta ocasión Natalia, que dentro de diez años, a sus cuarenta, seguirá diciendo que no es una niñata malota mientras busca pretendientes en Mujeres y Hombres y Viceversa Oro. Que ya sabemos que le gusta.
Hoy, mi Odio va dedicado a todos los que hayan participado en el montaje del videoclip, a los que han formado el vestuario, la peluquería, los decorados… A los que han tenido la genial idea de destrozar a una Natalia que en directo demuestra lo buena artista que es y lo simpática y dulce con sus fans. Odio también a Natalia, por dejarse de esa manera, ya que yo creo que una vez se separa de su discográfica y se replantea la carrera, podría haber dado mucho más que este descafeinado “Libérate”. Mucha suerte para ella, pero hoy recae en su trenza rubia platino todo mi Odio. A los demás, nos vemos el martes.
¡Feliz Día del Odio!