viernes, 17 de septiembre de 2010

Las Joyas eran cristal pintado, y la Corona, hojalata


El último invento en Reality Shows ya ha cerrado sus puertas. Las Joyas de la Corona dijeron adiós anoche en Telecinco, ante poco más de dos millones de espectadores (2.000.000) y una audiencia del 15%. La Gala de ayer fue la más vista de todo el concurso, que ha terminado con una media del 13% y algo menos de millón y medio de espectadores. Probablemente, sea el mayor fracaso emitido en la cadena respecto a los programas de telerrealidad, y es que las Joyas en realidad eran cristal pintado, y la Corona de hojalata. El resultado final cayó por su propio peso.

El concurso empezó este verano como una academia de refinamiento en la que participarían 12 jóvenes, abiertamente vulgares, con una doble finalidad: por un lado, se pretendía pulir a cada una de estas personalidades y que aprendieran cómo estar en una mesa, en una reunión, cómo presentarse en público, cómo vestirse para cada ocasión… Y por otro, el concursante que lograse alzarse con el título de ganador, se llevaría un premio económico de 20.000 euros.

Las Joyas de la Corona, que fue el nombre con el que empezó esta “aventura”, iba de programa elegante, aunque perdió la supuesta seña conforme pasaron las semanas y la audiencia no respondió. Al final ha terminado siendo la versión repipi del Curso del 63 que emitió hace unos meses Antena 3 con unos resultados que ya quisiera haber tenido Telecinco. El concurso perdió su identidad para pasar a ser un Gran Hermano en el que los concursantes pasaban el tiempo fingiendo que atendían a unos profesores que fingían que les enseñaban a comportarse. Lo único que se ha visto al final del programa ha sido un cambio estético en la mayoría de ellos, y porque les han cortado el pelo y ahora los visten de Prada y Gucci.

El equipo profesional con el que contaban los concursantes estaba formado por cuatro profesores y una directora, a saber: Nacho Montes, mariquita mala y soberbia, periodista de moda que trabaja en La Cope y conocido en televisión por participar en el Debate de Gran Hermano 11; Mariasela Álvarez, Miss Universo en el año de la polka, y poco más; Bárbara de Senillosa, la profesora que ya les corregía las maneras en la mesa a los concursantes de OT en Televisión Española; y José Liberto de la Franca, el jefe de prensa de Luis Alfonso de Borbón, conocido también como el que todavía espera para reinar Francia, si un día deciden volver a tener Monarca. Un lujoso ramillete de flores cuyo centro era Carmen Lomana.

Carmen Lomana es esa señora rica que un día decidió ser famosa y empezar a salir en los medios, porque estaba harta de gastar su dinero y que en DEC no hicieran un programa al respecto. Así, de la noche a la mañana, se convirtió en la pijísima de España, en concursante de Más que baile, también en Telecinco, donde descubrieron que la personalidad pasota de Carmen Lomana daba mucho juego. Ella es una mujer culta, con maneras excesivamente refinadas, y con una liquidez que ya quisieran algunas cajas de España. Sin embargo, esta señora es consciente de que no depende de nadie y no duda en azotar a los que considera malotes de la tele, ni tampoco tiene reparos en soltar perlas en “su” programa, como la que resaltaré a continuación:

“Estos ocho chicos (refiriéndose a los concursantes que quedaban) son unos inconscientes totales. Hay cosas que uno debe saber para poder ser persona, y ellos no saben de casi nada. Yo me quedo espeluznada al saber que no distinguen el románico y el gótico, y así uno no puede ir por la vida, porque no te enterarías de nada”.

Aunque a mí La Lomana me encanta, reconozco que ha sido una vendida más… Y es que el programa no ha sabido esconder sus trucos de magia, y sus artimañas quedaron visibles demasiado pronto. En todo momento eran los cuatro profesores fijos los que nominaban, cada uno, a uno de los concursantes. Carmen Lomana salvaba luego a dos de ellos y los otros dos terminaban batiéndose en un duelo de preguntas culturales para decidir quién sabía menos y, por tanto, se iba. Las normas podían ser justas, siempre hasta cierto punto… Y es que los profesores, la organización, o quién-sabe-quién, decidió sacar unos ases de la manga que se revolvieron.

Empezaron a dejar nominados a uno de los que más conocimientos demostraban, y a otro cualquiera. Es lógico que así expulsaban al otro cualquiera, y el concurso seguía su marcha, sin saber muy bien por qué había algunos protegidos a los que nunca nominaban ni ponían en zona de riesgo final. La única sorpresa del concurso la dio Julián Escamilla, uno de los concursantes “aventajados” en cultura que, en su zona de riesgo y nominado con Gisele, decidió no responder a ninguna de las preguntas. Y entonces llegó el colofón esa noche: los profesores, todos a una, le pedían que contestara, que estaban seguros de que se sabía las respuestas y podía salvarse. ¿Estamos todos locos? ¡Los propios profesores estaban pidiéndole a Julián, abiertamente, que expulsara a Gisele!

Por si a alguien le quedaban dudas, los profesores las resolvieron con un arte impropio de alguien que enseña buenas maneras. Poco les faltó para amordazar a Gisele para que no respondiera nada y pudieran ingeniárselas para expulsarla de otro modo. Quizá por la vergüenza pública que habían ocasionado, o quizá por los pésimos resultados de audiencia, y los nulos beneficios por parte de las llamadas telefónicas para salvar o expulsar, ya que no existían, después del espectáculo de Julián y Gisele, el concurso adelantó su final a dos semanas después.

Esas dos semanas de trance, la Organización se inventó lo imposible para aumentar la expectación y que el percance con su concursante rebelde se olvidase: se las ingeniaron para meter en el programa a la mejor amiga de Lara Estevan, la participante más bruta, en el concurso (Lara sería expulsada a la semana siguiente) y también a Tatiana Malyshkina, una de las concursantes más polémicas de Gran Hermano 11. La audiencia se les seguía escapando de las manos… unas manos que ya estaban demasiado sucias como para intentar fingir ser inocentes. Así, anoche se emitió la final adelantada, entre seis aspirantes.

Los concursantes que llegaron anoche a la final, lo único que han logrado enseñar al poco público que creía en ellos es que siguen siendo incultos, o muy bobos, o unos grandes actores: Que el Danubio es un río vasco, que el Guadalquivir pasa por Rusia, que Alberto Ruiz Gallardón es el Alcalde de la Comunidad de Madrid, que Lujuria es una forma de tocarse el pelo y que Decoro es la forma en la que se distribuyen los muebles en una casa son sólo algunos de los ejemplos de conocimiento que han mostrado las joyitas durante el programa. Los más listos optaban por callarse, en lugar de ser naturales, y los más televisivos quisieron aprovechar el tirón por si los llaman para algún programa de marujeo.

Y es que la propia organización del concurso olvidó para qué habían hecho el programa –o para qué habían dicho que lo hacían- y se limitó a emitir los videos en los que unos y otros se ponían a caldo, se insultaban y se peleaban por ver quién se tiraba un pedo más largo o quién tenía más piercings en la cara. Atrás quedaron las dos primeras Galas en las que se veían las clases que recibían e, incluso, se podía aprender algo de protocolo, de moda y de vocabulario. Hasta el último video reflejó que la única evolución de los concursantes ha sido que antes se “cagaban en Dios” y ahora lo hacían en “Su Eminencia. Lamentable el espectáculo ofrecido.

La final, como no podía ser de otra manera, y sin la presencia (voluntaria) de Julián Escamilla, también demostró la mala calidad de los guiones y el poco sentido que tenía ya el programa: rápidamente fueron expulsadas por los profesores Gisele (la mítica Gisele salvada por sus compañeros) y Virginia, la única que sabía quiénes son los presidentes del Gobierno de todos los países de Latinoamérica, la única que supo diferenciar a Mª Dolores de Cospedal con Trinidad Jiménez, y la única también que sabía que Las Meninas no eran Las Tres Meninas ni tampoco Las Tres Mellizas. Y que era un cuadro de Velázquez y no de Goya.

Así, quedaron cuatro concursantes en la palestra, aunque Carmen Lomana se deshizo también de otros dos, pasados cinco minutos. Los últimos dos finalistas –Pepe y Azahara- se batieron en duelo de conocimientos, y ganó esta última al acertar (ayudada) sus tres preguntas y al fallar Pepe su primera (aseguró que La Rioja no tiene capital porque es una ciudad en sí misma, y olé). Azahara se convirtió anoche, pues, en la primera ganadora de Las Joyas de la Corona, y no sabemos si también será la última, aunque Jordi González, el presentador del concurso, despidió a los espectadores hasta el próximo verano. Azahara contestó anoche, dudosa, sobre qué hará con sus 20.000 euros que ha ganado. Aunque al principio quería invertirlos a plazo fijo para la hija que tiene de dos años, también comentó la posibilidad de gastarse el dinero en un aumento de pecho. No digo más.


Hoy, mi Odio va para el programa Las Joyas de la Corona y su evolución degenerativa hasta momentos de auténtica vergüenza ajena y de espectáculos lamentables. A los profesores que, siendo verdaderos profesionales, se han vendido y han acabado “peleándose” entre ellos para aumentar el show televisivo. A los concursantes que siguieron formando parte de él a sabiendas de que no tenían posibilidades de ganar, descubierta ya la trampa. Y a mí mismo por haberme jurado dejar de ver el programa después de la autoexpulsión de Julián Escamilla, y seguir viéndolo.

Desde aquí le mando también un abrazo enorme a Julián, que sé que va a leer el artículo rápidamente. Y a Montxo, ahora que sabe que su Comunidad Autónoma ha dejado de tener capital. A todos los demás, MasterCard. Digo… ¡FELIZ DÍA DEL ODIO!

Roberto S. Caudet

martes, 14 de septiembre de 2010

Letizia Ortiz se tragaba las películas enteras de Jennifer López



Mañana, quince de septiembre, doña Letizia Ortiz cumple años. No diré cuántos, ni tampoco hace falta. No voy a ocuparme de su edad, ni de su físico, ni tampoco de su vida pasada. Porque realmente no me importan prácticamente nada. Hoy lo que me preocupa es la manía -¿el Odio?- que le tienen algunos y que, seguramente, ni en el día de su aniversario la dejarán tranquila y feliz. Claro que una Princesa de España tiene pocos momentos para estar tranquila y feliz. Estoy seguro de ello. Aviso a navegantes, el artículo es bastante monárquico. A este Odiador le gusta tener Rey.

Doña Letizia Ortiz Rocasolano puede ser muchas cosas, pero desde luego no es una mujer discreta, ni tampoco una señora excesivamente correcta. Y a mí eso me gusta. Me divierte que pese a los cursos intensivos por los que habrá pasado para refinarse y fingir que tiene sangre azul, a ella se le sigan escapando pequeños actos de “persona de la calle” que la delatan. No, los “despistes” que tiene son de persona. Sin más. Porque los miembros de la realeza –todos- son personas. Froilán el que más, de eso no cabe duda. Pero en Letizia resaltan infinitamente más todos estos detalles. Y eso me molesta especialmente.

Me da mucha rabia cuando se le acusa de romper el protocolo si responde a una pregunta dirigida desde un programa del corazón, pero todo el mundo encuentra perfecto que visite las instalaciones de Punto Radio, por ejemplo. Todavía me parece peor cuando alguien osa decir que es una mujer a la que le gusta provocar y enseñar, y por eso suele embutirse (el término es mío, imagino que sobre ella dirían “entallarse”) en vestidos ceñidos. Prefiero que la Princesa lleve un Pertegaz de dos tallas menos a que vaya a una boda disfrazada de torero. Además, sólo faltaría que intentase imitar –si es que ella decide realmente lo que se pone- el estilo de la Reina Sofía. Acabáramos.

Encuentro igualmente despreciable todos los que la acusan o la intentan degradar por haber estado afiliada al partido socialista. O por estar divorciada. O por ser hija de un matrimonio divorciado. O por ser republicana. Bueno, esto último lo entiendo muchísimo más. Muajajá. ¿Qué problema hay en que Letizia Ortiz haya sido alguna, o todas, esas cosas? La gente olvida demasiado rápido que el Rey Juan Carlos fue impuesto por Franco, allá en el año 1969. Y la gente tampoco entiende que ella no nació Azul. Ella nació en una familia ajena a la sangre real y, por tanto, pudo hacer lo que le viniera en gana.

Es más, me alegro profundamente de que por fin en España se haya roto la tradición de que un monarca ha de casarse con otro monarca. ¿Son peores las casa de Inglaterra, Noruega o Dinamarca? ¿Y la de Suecia? Encuentro realmente absurdo que alguien deba abdicar por casarse con quien quiera. ¡Que os digan a vosotros que os caséis con el hijo del jefe de vuestro padre! Vemos terribles los matrimonios concertados de la población gitana, pero queremos que don Felipe de Borbón se case con quien quiera Peñafiel. Oh. Es que ahora viene lo gordo.

¿Qué mierda –perdón- le pasa a ese hombre en la cabeza? El periodista suelta continuas barbaridades por su boca –o por su pluma, cuando escribe en El Mundo- pero parece gozar de ciertos privilegios con respecto al resto de la población mundial. Él también ha olvidado que durante más de treinta años de su vida vivió y comió (y no poco, a la vista está) gracias al Rey de España y a todos los que iban con él. He visto la casa en la que vive Jaime Peñafiel y os aseguro que su escritorio, que en realidad es una mesa-horno antigua, no se paga con el sueldo de un periodista de redacción de un periódico. Ni tampoco las ruedas de carros alejandrinos que tiene al lado de su piscina. Una piscina que tiene todos sus azulejos pintados a mano. ¿Acaso Peñafiel hubiera preferido que fuese su hija la que se casara con el Príncipe de Asturias? ¿Acaso él mismo preferiría haber sido el Rey de España? Pues se quedará con el sueño. Como el de Julio Tormo de ser Fallera Mayor. Esto último es un guiño para los valencianos.

Al señor Peñafiel se le concedieron todo tipo de lujos y se le ofrecieron todo tipo de intimidades, a cambio de un sueldo absolutamente importante y de una representación, que incluía un silencio. Y ahora, que ya no cobra de la Casa Real, se dedica a ponerla a caldo. Se pasea por Sálvames contando intimidades de la Reina Sofía que la gente desconoce (ni tampoco tiene por qué saber) y se encarga de sacar de quicio cualquier movimiento o gesto que haga doña Letizia. ¿Lo último? Tergiversar sus palabras para ponerla en contra de los mallorquines, y por extensión, de España entera.

Preguntada Letizia sobre sus vacaciones en la isla balear, ésta respondió: “¿Y tú te crees que esto son vacaciones?”. Jaime Peñafiel –que, por cierto, tiene toda una bibliografía propia de libros sobre príncipes y reyes- ha decidido, que con esas palabras, Letizia ha querido decir que Mallorca es un lugar nefasto para pasar las vacaciones y que, por tanto, ha menospreciado a todos los habitantes. ¿Perdón? Estuviera en el lugar que estuviese, doña Letizia, don Felipe y sus hijas han estado acompañados por dos docenas de escoltas y otro centenar de periodistas que los han fotografiado al salir del Hotel, al subir al barco… Me contaron que hasta le preguntaron cómo cambia el rollo del baño. Eso, discúlpeme señor Peñafiel, no son vacaciones. Efectivamente, no lo son.

Y está claro que ella “sabía” que pasaría por momentos así. Pero, ¿y? Me pregunto si Doña Sofía no pensara exactamente igual, o si ella, que está acostumbrada a que en las portadas se enseñen hasta sus primeros dientes, lo verá ya como algo habitual. Igualmente desastroso. Las vacaciones en Mallorca, en Sicilia o en Alcorcón, son un auténtico paripé para que veamos que la Familia Real también hace algo más que viajar y conocer países. Para que parezcan ciudadanos normales. Y resulta que Letizia Ortiz era de ese grupo hasta hace tan sólo unos años.

¿Qué os creéis, que yo no estoy cansado de salir al balcón y que la gente me grite lo guapo que soy? ¿Qué es fácil escribir Odios y luego que me persigan con carpetas forradas con mis artículos para que los firme? ¿En serio pensáis que no es sufrido tener que coger un taxi cada vez que me quiero mover porque en el autobús la gente se pelea por sentarse en el asiento de al lado mío? Yo entiendo perfectamente a Letizia Ortiz. De lo único que es culpable es de haberse tragado las películas enteras de Jennifer López. Tanto Planes de boda y tanto Sucedió en Manhattan tenía que dar sus frutos... A ver si ahora os voy a tener que contar que al acabar Aladdín, el pobre indio se pasó cuatro años perfeccionando su acento indio del Norte, y aprendiendo a distinguir los cubiertos de la cena.

Hoy, y siempre, Odio a todos los que cargan contra doña Letizia sólo por no ser perfecta en absolutamente todo. Por no ser Carmen Lomana. Por no ser… ¿qué es lo que queréis que sea, realmente, esta mujer? Hoy, de nuevo, el Odio es vuestro. Hoy sois vosotros los culpables, con vuestro terrible Odio los que habéis hecho que yo escriba. Vuestro Odio y el mío hacia Jaime Peñafiel, y a todos los “cortesanos” como él, que cambian de chaqueta cuando ya no reciben cheques. Lamentable. Que luego me van de dignos…

Roberto S. Caudet

domingo, 12 de septiembre de 2010

El primer día del resto de su vida



Roberto, un niño de doce años, estaba como todas las primeras semanas de septiembre, haciendo las tareas que le habían mandado sus profesoras para el verano. Siempre se resistía a completar los cuadernos de vacaciones durante los meses de julio y agosto y, por suerte, como su hermana Amparo, ocho años mayor que él, no le prestaba mucha atención, nadie sabía cómo se las apañaba para tenerlas todas escritas el primer día de clase. Sus padres trabajaban a jornada completa, así que Roberto aprovechaba para hacer todo lo que no podía durante el curso escolar: se despertaba cuando quería, veía la tele todas las tardes durante horas y, de vez en cuando, encendía la Game Boy Color para entrenar a sus Pokémon. Pero ese martes once de septiembre de 2001 no era un día más. Sería el primer día del resto de su vida.

Eran las tres y diez de la tarde, hora peninsular española, y Roberto ya había encendido Telecinco para que, cuando la periodista catalana Àngels Barceló diera por finalizados los informativos de mediodía, empezara una de sus series favoritas, Al salir de clase. A Roberto no le gustaba realmente la serie, y muchos de los conflictos que planteaba los veía muy de lejos. Ni siquiera pensaba que los actores que salían en pantalla actuaran bien. Pero tenían algo que lo enganchaba durante una hora todas las tardes de lunes a viernes. Una hora en la que el ritmo de trabajo disminuía para atender a la serie. Sin embargo, el televisor no reflejaba la escena cotidiana. Àngels Barceló estaba blanca. No tartamudeaba, pero casi. Sin dejar de mirar fijamente a la pantalla, como queriendo traspasar con sus ojos cualquier muro y comunicar más de lo que sabía, de lo que podía.

La periodista de los informativos Telecinco hablaba sobre un posible accidente ocurrido en Nueva York, una ciudad que terminaba de recoger el desayuno. Un Boeing 767 se había estrellado contra una de las Torres Gemelas que coronaban la ciudad americana. Las imágenes no podían ser más explicitas. Al joven Roberto le parecían dos cigarros, uno de ellos encendido, el otro apagado. Del cigarro encendido salía una humareda tremenda, y parecía muy peligrosa. Mientras se mostraban las imágenes en directo, otro avión chocó tal cual contra la segunda Torre. Ya estaban prendiéndose los dos cigarros. Roberto hasta se asustó. Nunca en su vida había visto algo parecido. Corrió para ver dónde estaba su hermana y le preguntó: ¿qué son las Torres Gemelas? Su hermana, siempre atenta con él, respondió de manera tajante: “búscalo en la enciclopedia”. Dos segundos después, Roberto había encontrado el tomo correspondiente y leía al respecto.

Era la primera vez en su vida que estaba informándose. Que necesitaba saber más. Que quería saber qué estaba ocurriendo. No entendía, no lograba comprender cómo había podido ocurrir algo semejante. Quién o qué estaba detrás de los dos atentados contra el emblema de todo un país. No se atrevió a ir al sofá, él seguía en su silla, con sus deberes de clase enfrente y un bolígrafo en la mano. Quizá se preparaba por si tenía que escribir algo. Quizá él quería ser la propia Àngels Barceló. Quizá estaba petrificado ante una noticia tan impactante. Las imágenes que se seguían no eran más pacíficas. Varias personas saltaban torre abajo, a sabiendas de que iban a morirse igualmente, quemados o chafados por los escombros. Y entonces ocurrió lo peor. Una de las dos torres se vino abajo. Literalmente.

Roberto ya sabía por qué no se movía. Tenía demasiados sentimientos y demasiados pensamientos, a sus doce años, como para poder reaccionar. Y además una lágrima le recorría su mejilla derecha. ¿Cuánta gente habría allí dentro? ¿Cómo habrían vivido los pasajeros del avión sus últimos segundos de vida? ¿Quién se atrevía a hacer algo así y por qué? Ese mismo día Roberto supo que quería ser periodista. Que sería periodista.

Nueve años después, Roberto sigue viendo los especiales que se emiten en televisión, aunque todas las imágenes las recuerda como si las hubiera vivido. Ahora y a sus veintiún años, va a empezar tercero de Grado en Periodismo. No esperaba –ni quiere- tener que afrontar un acontecimiento como el vivido en 2001, pero sabe que fueron esas horas pasadas frente al televisor y casi sin pestañear las que cambiaron su vida. Roberto siente admiración por todos aquellos que, como Àngels Barceló, tuvieron la profesionalidad, la capacidad de mostrarse serenos, tranquilizadores, comunicadores.

Pero hay algo que Roberto sigue sin entender, y es por qué, ahora que ya se saben los culpables de los atentados que causaron la muerte a más de tres mil personas, el presidente de los Estados Unidos, Barak Obama, ha mostrado su apoyo a que se construya una mezquita en el mismo lugar donde antes lucían las dos Torres Gemelas. Y menos aún comprende cómo puede decir que su país tiene “una deuda con el Islam”. Todavía visiblemente emocionado, Roberto escribe ahora estas líneas, que estarás leyendo con mayor o menos interés. Todavía visiblemente emocionado, Roberto se despierta cada once de septiembre recordando cada segundo que vivió hace nueve años, la ropa que llevaba puesta, lo que escribía en los folios, con quién habló, a quién llamó.

Todavía visiblemente emocionado, Roberto sigue necesitando desahogarse, gritar un segundo, cada once de septiembre, un día que nunca olvidará, igual que ninguna de las familias de las víctimas. Igual que nadie en este mundo. Todavía visiblemente emocionado, Roberto no redacta el artículo para odiar, sino porque forma parte de ese grito anual con el que necesita sacar la angustia que lleva dentro.

Todavía visiblemente emocionado…

Roberto S. Caudet

viernes, 10 de septiembre de 2010

Daisy es la Ana Botella de las patas Disney


Leía yo a la genialísima Lady Vengeance en su brillantísimo blog “Because we love making movies” cuando me di cuenta de lo mucho que me sacan de quicio algunos de los personajes de Disney. Del mismo modo que no tengo miedo a confesar que Hércules es mi película favorita de la compañía, y que Megara, Cruela De Vil, Dory, Úrsula y la Señora Potts son mis personajes preferidos, también creo que hay algunos de los protagonistas de la factoría que son, como poco, destruibles. Denunciables. Desquiciantes. Asquerosos. Infumables. Vamos, que espero que no se cumpla aquello de que el autor siempre se plasma en sus obras, porque entonces voy a terminar pensando que el señor Walt Disney era un depravado.

Y no será por falta de pruebas. Todos habréis escuchado hablar de la mítica “intromisión” en la versión castellana de Hércules. Digo castellana porque sólo se escucha la frase en la película doblada en español de España (y olé). Exacto. En la escena en la que Hércules está siendo retratado y un enorme grupo de fans destroza la puerta para acosarle, se puede escuchar de manera muy nítida un “Quiero fo-llar-le” por parte de una de las locazas que invaden la habitación. Pero aún así siempre he pensado que Walt Disney era un señor serio. Aunque sus personajes más clásicos también tenían sus puntitos

Empezaré con Mickey Mouse. El ratón Mickey. La rata de alcantarilla llamada Miguel, para entendernos. Cualquier analista me daría la razón si me atreviese a afirmar que Miguel Ratón era un gayer enorme. Un homosexual frustrado. Una locaza reprimida. Algo así como la cantante Bebe, pero en ratón. Pruebas concluyentes me han demostrado que en realidad él fingía ser posesivo con Minnie para aparentar una actitud de macho ibérico. Pero en realidad a Miguel Ratón le habría gustado hacérselo con el príncipe de La Cenicienta.

Esa voz tan aguda sólo podía significar que utilizaba no uno, sino cuatro calzoncillos de dos tallas menos para que no se le notara la felicidad al ver la cinta de la pequeña huérfana esclavizada que se convierte en princesa después de perder un zapato. Un misterio que habrían resuelto en cinco minutos y medio si el doctor Horatio Kane, de CSI Miami, hubiera estado en esa fiesta. Pero Mickey no era el único que escondía algo en su vida.

Minnie, su mujer, es una snob tremenda. Esa rata estúpida que se pasea el día con un lazo en su cuerpo porque en el fondo es una cursi, una aburrida, una infeliz que en su interior sabe que su marido preferiría acostarse con el Tío Gilito antes que con ella. ¿Y por qué lo sabe? Aunque se refugia en su única amiga, es consciente de que Miguel Ratón no le da hijos. No tienen relaciones sexuales desde que alguien los pintó en color la primera vez. Y lo peor, Minnie ha descuidado tanto su vida íntima que ni siquiera se ha dado cuenta de que su perro es bulímico.

No os creáis que Pluto es un perro cualquiera, no. Si tuviéramos que clasificar a Pluto en una raza canina, todos pensaríais que es un galgo con unas orejas muy grandes. Pero no es cierto. Pluto era un shar pei gordísimo, hasta que se dio cuenta de que en América lo infravaloraban por sus kilitos de más. Y empezó a ir al baño cada vez que le bajaban el cuenco con el pienso. Pluto intentó ser como Goofie, hasta se dio unos rayos UVA. Pero no surgió efecto. Lo que el pobre perro de Miguel no sabía es que su problema era no saber andar a dos patas. Lástima que nunca se diera cuenta. Tanto vomitar, perdió las neuronas entre tirar y tirar de la cadena.

Perdón, quise decir cisterna. No vaya a ser que la estúpida insulsa de Daisy me escuche. Porque esa pata pija hasta decir basta, esa primera imagen de señoras al estilo Carmen Lomana, tiene refinado y cursi hasta su propio nombre: Margarita. Para los que no sepáis inglés, Daisy significa Margarita. Aunque la buena pata, de flor tiene poco. Grosera, maleducada, mandona y descerebrada, Daisy es, sin duda, una pata chapada a la antigua. Es la Ana Botella de las patas. ¡Normal que luego al pobre Donald no se le entienda cuando habla! Lo tiene ninguneado, lo abandona totalmente. El pobre pato no tiene ni voz ni voto en esa casa.

No os creáis que los “clásicos” son los únicos personajes Disney que esconden algo… Hasta mi queridísima Úrsula tiene un lado terrible. ¿Alguien recuerda cómo es el escote de la señora pulpo? ¡Exacto, no tiene! Nunca se lo dibujaron, porque no tiene. En realidad los pechotes de Úrsula son un postizo cualquiera. ¡Porque Úrsula en realidad es un hombre! Poooor eso quería la voz de Ariel, La Sirenita, porque es lo único que la identifica todavía como un travesti. Una transexual. Úrsula es La Veneno del mar. Ni siquiera se ha dejado el pelo largo para fingir que tiene vajinita. ¡Oh, señor, si Erik lo supiera…!

¿Y qué me decís de Bella? Para empezar, ¿es necesario que se haga llamar a sí misma de esa manera tan arrogante? Es vanidosa, es altanera… es una farsante. Todos podemos comprobar como la francesa habla con armarios, platos y candelabros... La trilogía de La Bella y La Bestia en realidad es toda una mentira. Es como Los Serrano. Luego resulta que en la cuarta película que no se llegó a publicar nunca, Bella, en realidad, se despertaba después de haber estado fumando porros toda la noche. Se daba cuenta de que La Bestia que tenía a su lado era Kate Moss y que había hecho un cuadro en su casa con tanto “qué festín” y narices. En realidad ella misma había vendido a su padre por dos gramitos de coca y si vivía con tantos libros era para tener siempre a mano algo de papel con que poder liarse un peta. De hecho, me cuentan que Bella irá a la próxima edición belga de Hermano Mayor.

Y, ya para la próxima ocasión, os cuento la realidad sobre Blancanieves y su prostíbulo en el que obligaba a los siete enanos a tener relaciones sexuales con ancianas y altos cargos del Partido Popular de Mallorca. Un auténtico desfase. Como habéis observado, Disney nunca es lo que parece. Los mensajes subliminales y las dobles caras siempre han estado a la orden del día y los auténticos personajes, como el Pato Donald, al que tanto admira Lady V, acaban quedándose traumatizados de por vida y terminan suicidándose o peor. Ay, si Michael Jackson no hubiera visto nunca Peter Pan… Hoy, Odio a Disney y los traumas infantiles que ha creado. Sí, señor.

Feliz Día del Odio y de las apariencias que engañan.
Como dicen por ahí, ¡sed felices, pero no idiotas!

Roberto S. Caudet

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Isabel Pantoja: "Copacabana"


La incertidumbre y el misterio sobre la relación que mantuvieron Isabel Pantoja y Julián Muñoz, lo que sacaron ambos de provecho y a dónde han ido a parar las decenas de millones que se les imputan todavía sigue generando programas de televisión en España. La última noticia ha sido que Antena 3 emitirá este jueves un especial sobre la ex pareja formada por el ex alcalde de Marbella (Málaga) y la tonadillera, y que el programa especial se seguirá, además, de cinco pequeños espacios más que Antena 3 ha decidido emitir la semana que viene y por la tarde, compitiendo así con Sálvame Diario, en Telecinco.

Yo siempre me he preocupado por el estado anímico del famoso cuando no una, sino dos cadenas ahondan en un acoso y derribo continuo contra éste. Pero, y viendo las imágenes, el caso de la Pantoja y Julián Muñoz es bien diferente. Él ha cobrado por todos lados, ha hecho hasta un Interviú (supuestamente posado robado) y no tiene reparos en hablar de lo que sea, si el precio es interesante. Isabel Pantoja, en cambio, utiliza a sus portavoces “periodistas” para hablar sobre ella en los platós de televisión, pero prefiere mantenerse callada cuando le preguntan directamente. Callada, altiva y excesivamente orgullosa.

Pues a ella, a él y a las fans incondicionales de ella, que son millones, que yo lo sé, les dedico esta nueva canción del Odio. Un éxito compuesto en 1978 por Jack Feldman para Barry Manilow. Un éxito abrumador que todavía hoy es Banda Sonora de películas como Madagascar 2. También la han cantado artistas como Frank Sinatra o Liza Minelli. En España se ha podido escuchar “recientemente” gracias a la cantante catalana Roser -y de ahí que yo conociera la canción-, que la interpretó en el mítico Popstars. Y hasta Jennifer Aniston se ha atrevido con ella en la serie Friends. ¡ADELANTE LA MÚSICA!


Ella era Lola, una corista.

Ella es Isabel Pantoja, La Pantoja. Una tonadillera.

Con plumas amarillas en su pelo y un vestido descubierto por la espalda, baila el merengue y el cha-cha-chá.

La Pantoja no usa plumas, sino batas de cola. Siempre ceñidas y con grandes escotes. Bailar… poco y malamente.

Y mientras ella intentaba ser una estrella, Tony cuidaba de la barra.

Y mientras ella intentaba gastar de más, fingiendo ser estrella, Tony, digo… La Bollo y Chelo García Cortés, le guardaban las espaldas.

Por toda la pista ellos trabajaban de 8 a 4. Eran jóvenes y se tenían el uno al otro, ¿quién podría pedir más?

La Pantoja trabaja menos, de 10 a 12, lo que le dure el concierto si no lo suspende…


En el Copa, Copacabana, el club más caliente al Norte de La Habana.

En el Copa, Cantora Copas, el club más desfasado, al sur de España.

En el Copa, Copcabana, donde siempre había música y pasión… Ellos se enamoraron.

En el Copa, Cantora Copas, donde todos los empleados se fueron sin cobrar, y directos a los platós, ella fingió ganar más de la cuenta.


Él era Rico, y llevaba un diamante.

Él es Julián Muñoz, y si lleva diamantes, los tendrá escondidos en el bigote.

Entró allí y se sentó, escoltado, mientras miraba a Lola bailar por allí.

Él conoció a Isabel Pantoja en un concierto de ella en Marbella, de donde él era alcalde, y quedó prendado.


Y cuando ella terminó, Rico la llamó. Pero fue un poco lejos y Tony salió escopetado.

Y cuando ella acabó de cantar, Julián la llamó. Pero fue un poco lejos y la Zaldívar los destapó.

Los objetos volaron y las sillas se partieron en dos. Había sangre pero sólo se escuchó un disparo, ¿quién disparó a quién?

Las bolsas de basura volaron y los cheques se rompieron en dos. Hubo muchas denuncias pero sólo uno estuvo en la cárcel, ¿quién estafó a quién?


En el Copa, Cocabana… Ella perdió a su amor.

En el Copa, Cantora Copas, ella perdió... perdió su honor.
Su nombre es Lola, y fue una corista. De esto hace 30 años, cuando en el Copacabana había espectáculos.

Su nombre es Isabel Pantoja, y sigue siendo una tonadillera. Llevará 30 años en el escenario, y aunque cancela conciertos, lo sigue intentando.

Ahora es una discoteca, pero no para Lola.

Sin problemas, yo creo que esa mujer no ha pisado una discoteca en su vida.


Ella se pasea todavía con el vestido que solía llevar y las plumas ya descoloridas en su cabello.

Ella se pasea todavía con los vestidos de bata de cola de cuando tenía 20 años, fingiendo que aún entra en la talla 36. Su pelo, siempre melenón largo y con volumen.

Se sienta, refinada, y bebe sin ton ni son.

Refinada, refinada… Pues tampoco. Beber no sé lo que beberá, pero alguna vez se ha caído del escenario y todo.

Ella perdió su juventud, perdió a su Tony, y ahora pierde la cabeza.

Ella perdió su juventud, perdió a su Julián Muñoz, y ahora pierde la dignidad.

En el Copa, Copacabana… No te enamores.

En el Copa, Cantora Copas… No te olvides de pagar…



Roberto S. Caudet

domingo, 5 de septiembre de 2010

De Cero a Héroe... y a Zero otra vez


El presidente del Consejo Asesor del Observatorio Regional de Madrid contra la Violencia de Género compadecerá mañana lunes en un juicio rápido después de ser pillado in-fraganti conduciendo ebrio (tasa de 0.87 mg de alcohol por espiración de aire) con más del triple del alcohol permitido. Se le acusa de un delito contra la seguridad vial, amén de haber ejercido un mal ejemplo para los españoles. La noticia podría haber quedado como una “mera anécdota”, como las imágenes de Mariano Rajoy este verano, hablando en un vehículo en marcha y sin cinturón. Sin embargo, el acusado es, en esta ocasión, Jesús Neira. ¿Y quién es? Diréis. Pues yo os lo explico.

Jesús Neira era un profesor que un mal día sufrió un brote clarísimo del Síndrome de Superman, en el que el sujeto que lo padece se cree por encima del bien y del mal y capaz de arreglar la justicia con su capa y sus calzoncillos rojos. Bueno, rojos lo de Neira, no sé, porque este tipejo es más bien todo lo contrario. SúperNeira iba por la calle sufriendo este pequeño brote sin saberlo, cuando se tropezó a las puertas de un hotel con una pareja absolutamente desconocida para él.

No se sabe muy bien qué es lo que estaban haciendo ellos dos, pero Neira asegura totalmente convencido que el sujeto masculino agredía al femenino. Sin dudarlo, y siempre en la versión de Jesús Neira, arremetió contra el supuesto agresor, que tampoco se quedó quieto y, con una violencia desmesurada, cargó contra el profesor y lo dejó en coma varios meses. Un golpe fatídico contra el suelo de la recepción del hotel. La versión de la víctima femenina es bien diferente, ya que ésta asegura que Neira insultó a ella y a su pareja –especialmente a su pareja- y terminaron en una pelea horrible en la que, efectivamente, Neira acabó por llevarse la peor parte.

Las imágenes que registró el hotel nunca han sido concluyentes para saber cómo empezó la pelea, pero sí cómo acabó: Antonio Puerta (el supuesto maltratador) empujó con tal fuerza a Jesús Neira que éste se pegó con la cabeza en el suelo, y quedó en coma durante casi ocho meses. Antonio Puerta continúa todavía en la cárcel. Medio año después, cuando Neira despertó –bendito el día-, se convirtió en un hombre con grandes secuelas físicas y psíquicas por lo ocurrido en la puerta de aquel hotel. Ganó la batalla judicial y se convirtió en un Héroe para muchos. De Zero a Héroe, que dirían mis musas. Un Héroe con mayúsculas. Con unas mayúsculas peperas que se le quedarían algo grandes con el paso del tiempo.

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, le concedió rápidamente el cargo público que hoy todavía ocupa (presidente del Consejo Asesor del Observatorio Regional contra la Violencia de Género) y todo sin oposiciones. Como la hermana de Letizia Ortiz. También con Z. Neira aprovechó su nuevo cargo político para aparecer en un sinfín de debates políticos y de programas de todo tipo. Siempre y ejerciendo su libertad de opinión y expresión, nos brindó a todos con algunas grandes perlas como: “La Constitución es una anormalidad”, “Felipe González era el jefe de una banda de criminales y ladrones”, “no puedo ser socialista porque no soy tonto”, “los socialistas son gentuza y unos desgraciados que venimos sufriendo en España desde hace 33 años”.

Este tipejo descarriado y algo imbécil, que ocupa un cargo contra la violencia de género –un nombre desafortunado absolutamente, desde mi punto de vista- pero solicita a la Guardia Civil una licencia de armas. Este completo mamarracho que se atreve a juzgar de “tonto y estúpido, un impotente y un incapaz” al secretario general de los socialistas madrileños, Tomás Gómez. Neira es un fantoche, un papanatas, un completo energúmeno que ha tildado al PSOE de haber realizado, durante 33 años, “barbaridades y asesinatos”, y asegurar que tienen un “complejo de inferioridad”. “Yo no soy un cobarde de Felipe González que se metía debajo de la pistola de Tejero”.

Sin duda, un cobarde, Neira no es. Un cobarde no conduce varios kilómetros con 0.85 mg de alcohol y tiene un pequeño choque contra un camión. Eso sólo lo pueden hacer los completos irresponsables y anormales. Y él ha demostrado ser ambas cosas. Además y cuando lo pillaron absolutamente ebrio, no dudó en agradecer públicamente a los policías que lo hubieran detenido. Aseguró haberse encontrado muy mal y necesitar que los agentes lo retuviesen y lo llevasen al hospital a calmarlo. ¿Alguien se cree semejante comentario estúpido? Si tan mal se encontraba, ¿por qué no paró el coche en una cuneta?, ¿por qué no condujo él mismo hacia un servicio médico en lugar de continuar hacia su casa?

La argumentación que da para este otro caso es que sus medicinas más la media copa de vino blanco y el chupito de licor de café que se bebió, hicieron un cóctel completo. ¿Media copa de vino y un chupito triplican la tasa de alcohol? ¿Y por qué bebió si con el tratamiento que lleva no puede hacerlo? Además de haber atentado contra la seguridad vial de los ciudadanos, ha atentado contra la suya propia. Este tipejo, además de ser un fanfarrón de la extrema derecha, es un suicida. Y se atrevió a ser profesor de Derecho Constitucional. Qué despropósito. De Héroe a Zero, esta vez. Zero con Zeta. Z de zoquete. De zafio.

Hoy, mi Odio va todo él para Jesús Neira, sus declaraciones abusivas y totalmente desafortunadas contra los socialistas en general y a Felipe González y Zapatero en particular ("antidemócrata y autoritario de mierda"). Por sus comentarios sobre Violeta Santander. Por la soberbia que lo supera. Por ostentar un cargo político de una magnitud que no comprende. Por creerse el Rey de los Unos y ser el peor de los Zeros. Y, lo más importante, por poner en peligro la vida de cuantos se cruzó en la carretera, en esta ocasión que lo han pillado.

Feliz Día del Odio. Cesión ya para Neira.

Roberto S. Caudet

jueves, 2 de septiembre de 2010

Sin morbo ni audiencia


Telecinco estrenó anoche la miniserie Vuelo IL-8714, un proyecto basado en el accidente del Vuelo JK 5022 de Spanair, el día 20 de agosto de 2008. La cinta cuenta con Emma Suárez y Marcelo Gómez como protagonistas, entre otros. Pese a la publicidad que la cadena ha estado emitiendo continuamente desde hace semanas, y la ofrecida de manera colateral por las familias de las víctimas del vuelo de Spanair y del propio alcalde de Telde (Gran Canaria), que rechazaron por completo la idea de Telecinco, la primera parte de la miniserie no contó anoche con el respaldo de la audiencia.

Tampoco se puede asegurar que fuera así, ya que, como sabéis –y si no, pues yo os lo explico- las audiencias ofrecidas por Sofres en España son el resultado de una serie de audímetros colocados en varios hogares del país repartidos según diferencias de cultura, renta, núcleos familiares, etc. Pero, el total de medidores de audiencia no supera los 10.000. Es decir, que todas las batallas de unas cadenas y otras, de cambios de programación y demás se deben a los resultados del 0.02% de la audiencia real. ¿Fuerte, verdad?

Pero ayer perdió Telecinco, igualmente. Eso es lo que quedará para los anales. La cadena registró una media de 13.2% de audiencia en todo el día y la serie se quedó en un triste 11%. La película de Antena 3 (con Will Smith) y los reportajes de TVE (Comando actualidad) superaron con creces la oferta sobre el accidente de Spanair. Luego, Telecinco programó un documental basado en testimonios de dos de los 18 supervivientes del accidente y en el informe que sigue todavía sin tener un resultado judicial, ni firme ni provisional. La audiencia todavía fue menor.

Así pues, anoche se podría decir que el morbo perdió, como se han atrevido a decir tantos y tantos que ni vieron el programa ni tampoco el documental, pero han comentado tranquilamente sobre ambos. Como yo siempre he dicho, para hablar sobre algo debes conocerlo o, al menos, informarte bien. Así que anoche, en mi casa se conectó Vuelo IL-8714 y luego el documental “Las voces de la tragedia”. He de decir que me fui a la cama con la misma sensación que si hubiera visto cualquier otro programa.

La primera parte de la serie me pareció especialmente aburrida. Sosa. Sin historia. Sin novedades. De escaso interés. Con una doble línea al estilo LOST, se iba narrando lo que los pasajeros hacían en el aeropuerto, se les ponía nombre y casi asiento, se los relacionaba y poco más. Por otro lado, se volvía a un presente en el que varios inspectores intentaban saber qué había ocurrido para que el vuelo se estrellase poco después de despegar y, muy de vez en cuando, se veía algún bombero o alguna ambulancia yendo o viniendo del lugar de los hechos.

No hubo mares de lágrimas, no hubo sangre… Ni siquiera se vio realmente cómo ocurrió el accidente en ninguna de las dos líneas, nada más que al inicio de la serie y reflejado –en pequeño- en una de las puertas de alguna terminal de Barajas. No entendí, pues, la indignación de las familias que acusaban que la miniserie se había realizado “por el morbo” y que faltaba al respeto a las víctimas. Lo fuerte, si es que hubo algo fuerte, vino después, con el documental que sí respondía a datos verídicos y que estaban comprobados.

En este documental se narraba, con una voz en off, lo ocurrido en el accidente, y se intentaba buscar posibles culpables: los pilotos, los técnicos, el Ministerio de Fomento, el Gobierno español, Spanair… Todos podrían estar implicados en el accidente que, y al parecer, fue una suma de olvidos, descuidos y desperfectos que terminaron explotando. Y quitándoles la vida a 154 pasajeros que se dirigían de Madrid a Las Palmas. Como ayuda, el testimonio de dos de los supervivientes y un montaje en “tres dimensiones” del avión y las piezas que fallaron.

La pregunta, al acabar ambos programas fue: ¿qué se ha sacado a la luz? Nada nuevo. Cualquiera que se hubiera informado sabía cuántos fallecidos hubo, qué vuelo era, qué es lo que se supone que falló, qué órdenes se dieron y poco más. Lo único que se pudiera tachar de revelador fueron unas declaraciones y grabaciones que la cadena SER ya ofreció en su momento de la torre de control y los teléfonos de los servicios de emergencia durante lo ocurrido.

Insisto por última vez: ¿Cuál es el problema, pues? No cabe duda de que los directores de la serie pudieron ser mucho más sensacionalistas, pero no lo fueron –no en esta primera parte-. Tampoco el documental fue bárbaro, ni desagradable. Y hasta el testimonio de las dos víctimas fue demasiado light. Las familias de las victimas (no todas) se pusieron en contra de un programa que no habían visto y que les pareció horrible de antemano, y yo no entiendo por qué.

No me sirve que digáis que la investigación judicial sigue todavía en proceso, ni que el número de fallecidos era demasiado alto como para hacer una serie con eso… ¿No ha habido películas del 11 de septiembre? ¿De la Guerra Civil? ¿De la Segunda Guerra Mundial? Todos habéis (hemos) visto una película basada en una catástrofe, en una guerra, en una matanza. Me resulta muy hipócrita tener que esperar a que los hijos de los fallecidos también estén muertos para poder ver una película o serie al respecto. ¿Es más suave ver una película como La lista de Schiendler?

Las palabras que voy a pronunciar son duras, pero estoy convencido absolutamente de ellas. Ayer la batalla no la perdió Telecinco. La perdieron las familias y el alcalde de Telde que manifestaron su disconformidad ante la miniserie. Nadie les obliga a verla. No se les pidió que vivieran la historia de nuevo. Ellos estaban en su elección de ver otro programa, o de no ver la televisión. La única diferencia entre ver lo ofrecido ayer por Telecinco o los especiales ofrecidos hace escasos días por todas las cadenas de televisión fue que lo de anoche se emitió en Telecinco.

Si para el documental se les hubiera pedido la opinión, se les hubiera pagado por hablar y salir en cámara, y se hubiera emitido en Televisión Española, otro gallo cantaría. Telecinco ayer rescató el tema del accidente de Spanair e intentó desenmascarar a los culpables, que para mí son muy claros. Emitió las imágenes en las que algunos de los familiares gritaban que se hiciera justicia, que se emitiera que los culpables eran aquellos o los del fondo, que no se olvidase. Pues eso hizo, aunque sin aparente acierto, Telecinco. Y hoy tiene mi respaldo ante todos aquellos que odian a la cadena, prejuzgan sus trabajos y acusaron sin mirar.

Hoy no hay Odio por mi parte, hoy los que odian son –sois- otros. Hoy soy yo el que pondrá la cara. Feliz Día del No Odio. Que las víctimas descansen en paz y que los culpables, que los hubo, paguen por lo ocurrido.

Roberto S. Caudet