jueves, 11 de marzo de 2010

Bajo un ideal os escondéis, cobardes


Es la primera ocasión en la que no voy a decir nada más que lo necesario. Hoy no odiaré yo. Hoy no va a hacer falta. El terrorismo se define por sí mismo y el terrorismo ideológico no tiene calibre en esta sociedad. Pero, insisto, las palabras no van a ser mías. Hoy no seré yo el creativo. Ni tampoco el cínico. Ni el sarcástico. Ni el directo. Las palabras de hoy están escritas por J. Chatelain y cantadas por Jonathan Cerrada, un cantautor belga de 24 años, ganador del primer Pop Idol francés y participante de Eurovisión en 2004. Os dejo con él. La canción se titula “Lazo negro(“Ruban noir”).


Madrid se despierta con la noticia:
Varias bombas estallaron en un tren.
Locura de los hombres.
Cuántas vidas rotas, cuántas almas perdidas.
Pero, ¿cómo pudo ocurrir algo tan horrible?

Nos hemos lanzado a creer. Hemos creído más que nunca.
A la fuerza de la necesidad, de la esperanza de devolver una sonrisa.
Nosotros, detrás del océano, a lo lejos, nos imaginábamos
La vida después del 11, del 11 de septiembre.

Un lazo negro.
Nunca hubiera creído deber, esta noche,
Rezar por su suerte.
Un lazo negro cuando el mundo se desordena.
Un lazo negro.
Nunca habría tenido que poder ver tal golpe de mala suerte.
Y cuando Madrid llora todavía.

¿Cómo se puede ser tan cabrón?
¿Con qué derecho se quita la vida?
Hoy, 11M, marcado para siempre.
Bajo un ideal os escondéis, cobardes.

Y nuestras mujeres lloraron.
Nuestros hombres descendieron por las calles
Con las gargantas anudadas.
Como un gusto de deja-vu Europa se ha levantado,
Pero el mundo sólo tembló un poco.
¿Cómo se puedo ser tan criminal?
¿Con qué derecho se quita la vida?
Hoy, 11M, marcado para siempre.

¡Asesinos! ¿Por qué?, ¿por qué?
Bajo un ideal os escondéis, cobardes.
¿Cómo se puede ser tan cabrón?
Qué putada. 11M, nunca más.
¿Cómo se puede ser tan criminal?
Asesinos. ¿Por qué? Dime, ¿por qué?
Bajo un ideal os escondéis.
Cobardes.
11M, nunca más…

viernes, 5 de marzo de 2010

Y nos infectan la ciudad con su ilegal zona azul


Iba yo de copiloto –este Odio no tiene carné- hace ya días por Blasco Ibáñez (esa avenida que la señorita Rita quiere prolongar hasta el infinito y más allá) buscando aparcamiento. Hasta aquí, todo sencillo. Bueno, si eso creéis es porque no tenéis ni idea de lo complicado que resulta aparcar en la dichosa avenida, y más a mediodía cuando íbamos nosotros buscando hueco.

¡Ahí te cabe! Mierda, es un vado. ¡Ese se va! Eh… no, está cogiendo algo del maletero. ¡Y ahí? Vale, ahí sólo cabe un carro de Carrefour. De repente, algo aparece en la carretera. ¿Es una bolsa?, ¿Es un policía?, ¿Se ha roto un árbol?, ¿Será Nuria Bermúdez? No. ¡Es un gorrilla!. No, gorila no. Gorrilla. Un gorreta, vamos.

¿Qué mierdas es eso? Diréis. Pues en la RAE no sé lo que viene, pero yo os puedo asegurar que el gorrilla es un tipejo algo desaliñado que generalmente está inmerso en el mundo de las drogas y que no conoce la existencia de las ETT. En su lugar, decide ganarse la vida –o la cerveza de las 11 de la mañana, la de las once y diez, la de las once y cuarto…- intentando ayudarte a aparcar el coche. Pero eso no es todo. Los gorrillas son además los seguridad de las calles. Es como el guardarropa de la calzada. Ellos te protegen de que nadie te robe el coche. Hasta las palomas no se atreven a cagar en los árboles donde hay gorrilla. Estos protectores son así siempre y cuando uno les haya dado algo de dinero y que ellos lo consideren suficiente. De lo contrario, el coche estará aparcado y resguardado, pero al ir a recogerlo, estará lleno de rayas de llave.

Efectivamente, los gorrillas infectan la otra mitad de la ciudad con su ilegal zona azul. Es más, uno los puede encontrar en la zona azul oficial. Entonces ya es el caos. Te miran de manera desafiante. Te dicen de todo por lo bajo cuando les entregas calderilla. Te perdonan la vida cuando no les das ni un céntimo de euro… Y se creen las únicas personas con ojos en el mundo. ¿No son conscientes de que hubiéramos encontrado el hueco de igual manera estando ellos o no? ¿Acaso creen que nos tapan la visión? ¿Pensarán que sólo las drogas y los cartones de vino de marca blanca ayudan a ver un aparcamiento en una avenida? Inocentes…


La situación, como podéis comprobar, acabó con Alberto y conmigo discutiendo en el coche. Él estaba empeñado en seguir dando vueltas para no darles dinero a los gorrillas. Entre otras cosas, porque no llevaba dinero suelto y habíamos localizado 9 de esos hombrecillos en apenas 40 metros de calle. Salían de todos lados. Estaban casi tan bien organizados como las dependientas de El Corte Inglés. Aquello parecía un Safari: “a su derecha podrán encontrar el Gorrillus Agresivus, si no se les entrega un mínimo de cuatro euros, montan en cólera… oh, miren, y allí al fondo tienen el Gorrillus Paterabis, ese no habla español pero sabe que una moneda de un euro vale más que una de 50 céntimos…”.

Así que ahí estábamos los dos. Avanzando lentamente por la calle con los gorrillas mirándonos como si fuésemos de otro planeta. Seguros de que, efectivamente, ni veíamos los huecos ni los veíamos a ellos. Finalmente nos cansamos y aparcamos haciéndole caso a uno de tantos. Al salir del coche, le avisamos de que le daríamos algo de dinero después de comer, porque no llevábamos monedas sueltas. Y yo me pregunto… ¿con la cantidad de chatarra que habría cogido a lo largo de la mañana, por qué no nos ofreció cambio? Es más, la próxima vez le voy a proponer que nos haga un 2x1, que estamos en crisis. Hombre ya.


Al volver de la comida –y de clase, y de quintos…- el coche seguía ahí. En la misma plaza. Entre los mismos coches. Y sin una raya. Y eso que no le llegamos a dar dinero. El cazador cazado. Quedamos como dos insolidarios y el gorrilla como el más majo del Safari Park. Para que veáis. Prejuiciosos. Que sois unos prejuiciosos. Pero tranquilos, que de todos modos, no os voy a odiar por ser políticamente incorrectos. Ni tampoco a mí ni a Alberto por no darles dinero. Voy a seguir odiándolos a ellos. Por todo lo mencionado. Por su desfachatez y poca educación. Por su poco progreso y su gran disconformidad. Por su ilegalidad y mezquindad. Y por todo lo demás, MasterCard. Uy, no, perdón.

¡Feliz Día del Odio!

Roberto S Caudet