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viernes, 19 de agosto de 2011

El dedo de Mourinho




Su nombre hoy suena en todos los informativos. Su apellido figura en todos los titulares deportivos. Se han hecho eco de él infinidad de bloggers, de twitteros y hasta yo he titulado la entrada de hoy con su nombre. Pero en el partido jugado ayer en el Camp Nou y que dio la victoria de la SuperCopa al Barça, Mourinho no ganó nada. No marcó gol. Ni hizo un gran pase. Ni tampoco lo conmemoraron por su trayectoria como entrenador de los “galácticos” (jajajajaja!!). Su nombre copa todas las conversaciones por haberse pasado de la raya. Por haber demostrado una actitud completamente antideportiva. Por haber sido él mismo, una vez más.


Como decía, anoche se jugaba la final de la SuperCopa entre el Barcelona y el Real Madrid en casa de los primeros. La expectación era máxima dado el resultado de la ida (2-2) y la nueva adquisición por parte del Barça de Cesc Fàbregas, un jugador al que ya tenían en sus filas, vendieron por falta de confianza, y ahora han vuelto a comprar. Si no fuera por la cantidad de dinero movido en las dos acciones, así se debería jugar con los hombres. Pero ese es otro tema. El caso, que anoche la pasión del fútbol estaba al rojo vivo. Y, como es natural, los dos equipos –y las dos aficiones- estaban calentitas.

Al margen de cómo evolucionaba el partido a nivel de marcador (favoreciendo siempre al Barcelona, todo sea dicho), los 22 jugadores iniciales y sus cambios fueron increíbles. Podemos decir que jugaban a Fútbol, en mayúsculas. Siempre está Pedrito para exagerar y Ramos y Pepe para equivocarse de deporte y saltarse de vez en cuando –por no decir muy a menudo- a la lucha libre. Pero jugaban a fútbol. Durante 90 minutos. En cuanto el tiempo llegó a su fin, y con el partido aún en movimiento, con un resultado que, insisto, favorecía al Barcelona; llegó el caos.

Una durísima entrada de Marcelo a Cesc Fàbregas hizo estallar la bomba. Tarjeta roja directa para el Pelocho madridista y guerra en los Balcanes. Digo… en los Banquillos. Jugadores del Real Madrid empiezan a sobresaltarse de la misma manera que los del Barcelona hacen lo propio. La tangana se inicia así con gritos, empujones, tortazos y poco más. Diría que lo típico, aunque siempre muy desafortunado. Pero una imagen nubló al resto. La imagen de Jose Mourinho, el entrenador del Real Madrid, metiéndole un dedo en el ojo al segundo entrenador del Barcelona, Tito Vilanova, tras darle un pellizco en la cara. La acción podría haber sido casual y espontánea, de no ser por un par de imágenes que han quedado registradas y que os estoy publicando al lado de este mismo texto. Mourinho ya va con la intención de meterle el dedo en el ojo a Tito. Es eso o hace un amago de utilizar una pistola. Casi prefiero pensar que, ciertamente, iba a meterle el dedo en el ojo. Como si tuviera tres años. Le faltó ir a chivarse a su mami.
La actitud del entrenador del Madrid se descalifica por sí misma. Del mismo modo que las declaraciones posteriores de Iker Casillas, ese portero insípido y desabrido que iba de tímido y besucón y que en realidad es un metemierda, que dirían los de Sálvame en Telecinco. Lejos de calificar al Barça como superior, o decir que ellos no habían podido estar a la altura, o que tuvo más suerte por las ocasiones de gol y la puntería de cada cual, se limitó a decir que los blaugranas habían ganado “por tirarse al suelo, lo de siempre”. Quizá también podría haber añadido, “por las duras entradas de Pepe, como siempre”. Pero decidió obviarlo en un acto de generosidad hacia su compañero, el Street Fighter.

La pelea llegó a la calma y el Barcelona se alzó con la SuperCopa. Luego, en la rueda de prensa, Mourinho contestó, preguntado por el incidente con Tito Vilanova, que él “no tenía nada que añadir ni que ocultar” y, con ese acento portugués que tanto lo caracteriza, llamó “Pito” a “Tito”.

Estamos muy acostumbrados a las salidas de tono de Mourinho. Quizá más de lo que deberíamos. Estamos ya curados de espanto de sus indirectas mezquinas. De sus comentarios fuera de lugar. De sus calificaciones arbitrarias y calumniosas sobre otros equipos y entidades. Pero jamás habíamos visto que su verborrea de niño consentido y envidioso llegara a una agresión física. Estúpida, pero agresión física.


Hoy toca Odiar (más) a Jose Mourinho y su actitud deplorable que, como bien ha calificado Gerard Piqué, está “cargándose el fútbol”. Un entrenador debe apaciguar a sus fieras, cuando se ponen así. Un líder de once jugadores debe obligarles a jugar, y a hacerlo limpiamente. Pero cuando el jefe se concede el privilegio de actuar como un carroñero más, pierde su credibilidad como cabeza de grupo y pierde su dignidad como persona. No se pueden consentir actos así en el fútbol cada vez que se pierde. Y menos de un entrenador. Y menos de un gran equipo. Y menos que una afición, ciega de fanatismo, lo defienda a capa y espada. Hoy, Odio futbolístico, Odio moral y Odio de deportividad. Jose Mourinho, hoy y siempre, te Odio.

Conste en acta que este artículo no es el que tenía que haber publicado ayer, naturalmente, pero por motivos -llamémoslos equis- no pude escribir ayer. Lo haré el sábado, que seguirá habiendo tela que cortar sobre ese asunto. Así que nos vemos en dos días. Mientras, hoy y como siempre, os deseo un…

¡FELIZ DÍA DEL ODIO A TODOS!

 
Roberto S. Caudet