miércoles, 18 de enero de 2012

Regalen un Louis Vuitton


Señores, lo confieso. Recibo Aston Martins semanalmente. Desde hace siete años. Sí, los Aston Martin son un regalo habitual. No podía más, y he tenido que soltarlo. Al principio me parecía divertido. Recibía un Aston diferente cada semana. Algunos sin matrícula. Otros de los años 20. Los recibía, incluso, con un bolso de Louis Vuitton dentro. Luego empezó a parecerme algo engorroso. En mi vivienda habitual, una isla privada en Júpiter, empezaba a tener saturación de coches clásicos. Pero, un día, de pronto, la situación se volvió insostenible.

Iba yo, feliz con uno de mis Aston descapotables, por la Quinta Avenida neoyorquina. Me paré en un semáforo rojo. Y sucedió. Un señor con aspecto dantesco me sugirió que uno de mis bolsos de Vuitton era de mujer. Bueno, no me lo sugirió. Me grito "mariconaaaaaahhhhrrrrggg" y luego, por si tenía dudas, escupió: "túuuu, la loca del bolso de Vuitton igualito que el de mi mujeeerrrrrr". Lo primero que pensé es cómo un tipo tan rudo era capaz de estar casado con una mujer. Pero luego pensé que si Penélope Cruz tiene un Óscar, por qué no iba este otro a estar casado. Así que, indignado de mí, me fui a una tienda Vuitton a preguntar.

Y sí, era cierto. El bolso de Vuitton era de mujer. Ése y los otros setenta bolsos que había ido acumulando junto a mis Aston Martin. Y me dije: ¿por qué no se los regalas a alguien más necesitado? Dicho y hecho, decidí que cada bolso que me llegara, lo regalaría. Y así lo hice. Se los di todos a Rita Barberá, la señora alcaldesa de la ciudad de Valencia. Uno cada semana. Con un lazo rojo (para no desentonar con sus faldas de tubo) y una gaviota enganchada a las cremalleras.

Yo pensaba que la estaba haciendo feliz. Aunque, lo cierto, es que jamás la veía en ninguna foto con ellos puestos. Jamás la veía en un acto público con uno de los Vuitton que yo, tan solidariamente, le regalaba. ¡Qué tipeja! ¡Qué desconsiderada! Para colmo, el otro día, me entero por la prensa de que ha dicho que, para ella, "un bolso de Louis Vuitton es un regalo habitual". ¿Será posible? Yo dándoselos con todo mi amor, y ella los considera cualquier cosa. Menuda señora -perdón, señorita, que no está casada- más indecente. Qué fuerte, señores. Qué poca vergüenza. Me hallo completamente indignado. "Todos los funcionarios recibimos regalos", apunta. ¡¿Hola?! Pero qué desprecio...

Está claro que ha dejado de valorar mis bolsos como yo dejé de valorar a mis Aston Martin. Y no quiero que caiga en esa espiral del aburrimiento. Por eso, creo que lo mejor es que los done. A alguien más necesitado que ella. A la Infanta Cristina, por ejemplo. Uno cada semana. Como yo hice con ella. Y que cuando a la Infanta le parezca igualmente aburrido, que ella los done a otra señora más necesitada. Y sigamos así con un no parar de donaciones de bolsos. Señoras del mundo, si os llegan bolsos de Vuitton cada semana a casa, acuérdense de este consejo. Quédense sólo los primeros veinte. El resto, dónenlos. Y acuérdense de que yo empecé esa magnífica cadena de favores.

¡FELIZ DÍA DEL ODIO A TODOS!

Roberto S. Caudet

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