Nada es eterno, ni tampoco el mayor concurso de tele
realidad por excelencia. Anoche terminaba la 15ª edición de Gran Hermano, un formato mundial que
tras más de una década todavía sigue reuniendo a docenas de millones de
personas en todo el mundo en las diferentes versiones del programa y que tantas
veces ha sido imitado, mejorado y hasta parodiado. Es todo un fenómeno que
tiene tantos admiradores como detractores y que podría haber jugado su última
carta en Telecinco. Este Gran Hermano 15
no ha tenido el éxito esperado, y eso que la cadena intentó salvarlo por todos
los medios, llevando a la casa a Santiago Segura, David Bustamante, a los
chicos de La que se avecina y también
a los de El chiringuito de Pepe.
Hasta Jesús Vázquez y Jorge Javier Vázquez (no son hermanos, pero casi)
hicieron su cameo en la casa que contó, por primera vez en la historia mundial
del concurso, con la presencia de Mercedes Milá, que llegó a dormir una noche
con todos ellos.
Era una edición histórica, que empezaba metiendo en la casa
a la mayor cantidad de exconcursantes y ganadores del concurso que jamás se ha
visto, en una décimo quinta versión de GH
que ningún país salvo España ha logrado emitir hasta la fecha. Y hasta iba a
concursar una cabra. Sin embargo, el público no respondió como se esperaba. Y
no les culpo. Yo mismo no he visto la edición salvo en algunos minutos, medio
obligado por mi madre o mis amigos. El casting del programa ya me parecía un
plato precocinado de esos que solo se han de calentar en el microondas. Todos esperamos,
desde hace años, que metan a algunos hermanos, o primos, o exnovios o lo que
sea en la casa a concursar juntos, pero también esperamos que Telecinco se
trabaje eso en el casting. Pedir, directamente, que se concurse por parejas es,
sencillamente, barato, innecesario y desvirtuado. Esto NO era Gran Hermano, era un reality del morbo con la única
intención, manifiesta, de generar polémicas a cada segundo.
Y, lo peor, es que no funcionó. La Gala 0 ya nos dejaba un
plantel de concursantes mediocre. Los primos buenorros de Valencia parecían que
iban a dar todo el juego del mundo, luciendo cuerpazo y manteniendo sexo con
media casa. Error. Luis el torero y Azahara la antitaurina podrían haberse
llevado a matar y acabar recibiendo una nominación disciplinaria. Error
también, aunque él si la tuvo por un motivo aparte, pero demostró más clase que
toda la casa junta. Tampoco lograron que Shaima, la primera concursante
musulmana que tapaba su pelo y parte de su rostro, se quitase su pañuelo o
dijese, como todos querían, que es lesbiana. Tampoco los hermanos reencontrados
dieron el más mínimo juego. Ni las limpiadoras divertidas que pensaban dejar
como paletas entrañables. Todo era una basura, y así fue la audiencia. Salvo
por Paula González, finalmente ganadora de esta aburridísima edición.
Porque Paula fue natural, viva, fresca, dicharachera,
mundana y elocuente. Su Piña Bebé, sus “muero de amor” y su momento de lloro
porque no tenía “sueños” que cumplir la catapultaron a la primera posición por
ser la única que aprovechó la experiencia, se desnudó ante las cámaras, y
disfrutó de lo lindo. Es la única concursante con un poco de personalidad, y a
la que hundieron dos de sus compañeros, logrando ese papel de víctima despojada
que tanto gusta fuera. El chico con el que mantuvo un bonito y sexual romance,
Omar, la dejó una noche para, a la siguiente, volver con su ex, Lucía, a la que
también metieron en la casa a mitad de programa por aumento del morbo y cuyo mayor éxito ha sido enseñar en la gala final su potorro. Poca
elegancia, tacto y humanidad demostraron estos dos, reventados anoche en la última
gala buscando hacerse un Deluxe.
Paula no cedió, era su momento. Era la ganadora. Y se lo merecía.
Porque Paula González ha demostrado que ella ES Gran Hermano. Es lo que el público
busca. Iba concursando sola. Convivió sin nadie que conociese de antemano, la
dejaron herida y su máximo apoyo (Luis, el torero) también fue expulsado
demasiado pronto. No necesitó un guión desde el casting. Ella fue su propia
historia, la máxima historia de esta edición, recordada por no tener ni
intercambios ni repesca ni más de 100 días de convivencia. Termina pronto, con
cinco concursantes expulsados en dos semanas para acelerar el proceso. Un
proceso que Telecinco ha vivido con angustia, como los amantes del programa,
pensando que no habrá más. Esperemos que no sea así, y que Gran Hermano se meta a dormir para despertarse nuevo, con carisma y
afán de gustar. Larga vida al programa. Y a su ganadora. Y todos a morir de
amor.
@RobertoSCaudet
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