Telecinco estrenó anoche la miniserie Vuelo IL-8714, un proyecto basado en el accidente del Vuelo JK 5022 de Spanair, el día 20 de agosto de 2008. La cinta cuenta con Emma Suárez y Marcelo Gómez como protagonistas, entre otros. Pese a la publicidad que la cadena ha estado emitiendo continuamente desde hace semanas, y la ofrecida de manera colateral por las familias de las víctimas del vuelo de Spanair y del propio alcalde de Telde (Gran Canaria), que rechazaron por completo la idea de Telecinco, la primera parte de la miniserie no contó anoche con el respaldo de la audiencia.
Tampoco se puede asegurar que fuera así, ya que, como sabéis –y si no, pues yo os lo explico- las audiencias ofrecidas por Sofres en España son el resultado de una serie de audímetros colocados en varios hogares del país repartidos según diferencias de cultura, renta, núcleos familiares, etc. Pero, el total de medidores de audiencia no supera los 10.000. Es decir, que todas las batallas de unas cadenas y otras, de cambios de programación y demás se deben a los resultados del 0.02% de la audiencia real. ¿Fuerte, verdad?
Pero ayer perdió Telecinco, igualmente. Eso es lo que quedará para los anales. La cadena registró una media de 13.2% de audiencia en todo el día y la serie se quedó en un triste 11%. La película de Antena 3 (con Will Smith) y los reportajes de TVE (Comando actualidad) superaron con creces la oferta sobre el accidente de Spanair. Luego, Telecinco programó un documental basado en testimonios de dos de los 18 supervivientes del accidente y en el informe que sigue todavía sin tener un resultado judicial, ni firme ni provisional. La audiencia todavía fue menor.
Así pues, anoche se podría decir que el morbo perdió, como se han atrevido a decir tantos y tantos que ni vieron el programa ni tampoco el documental, pero han comentado tranquilamente sobre ambos. Como yo siempre he dicho, para hablar sobre algo debes conocerlo o, al menos, informarte bien. Así que anoche, en mi casa se conectó Vuelo IL-8714 y luego el documental “Las voces de la tragedia”. He de decir que me fui a la cama con la misma sensación que si hubiera visto cualquier otro programa.
La primera parte de la serie me pareció especialmente aburrida. Sosa. Sin historia. Sin novedades. De escaso interés. Con una doble línea al estilo LOST, se iba narrando lo que los pasajeros hacían en el aeropuerto, se les ponía nombre y casi asiento, se los relacionaba y poco más. Por otro lado, se volvía a un presente en el que varios inspectores intentaban saber qué había ocurrido para que el vuelo se estrellase poco después de despegar y, muy de vez en cuando, se veía algún bombero o alguna ambulancia yendo o viniendo del lugar de los hechos.
No hubo mares de lágrimas, no hubo sangre… Ni siquiera se vio realmente cómo ocurrió el accidente en ninguna de las dos líneas, nada más que al inicio de la serie y reflejado –en pequeño- en una de las puertas de alguna terminal de Barajas. No entendí, pues, la indignación de las familias que acusaban que la miniserie se había realizado “por el morbo” y que faltaba al respeto a las víctimas. Lo fuerte, si es que hubo algo fuerte, vino después, con el documental que sí respondía a datos verídicos y que estaban comprobados.
En este documental se narraba, con una voz en off, lo ocurrido en el accidente, y se intentaba buscar posibles culpables: los pilotos, los técnicos, el Ministerio de Fomento, el Gobierno español, Spanair… Todos podrían estar implicados en el accidente que, y al parecer, fue una suma de olvidos, descuidos y desperfectos que terminaron explotando. Y quitándoles la vida a 154 pasajeros que se dirigían de Madrid a Las Palmas. Como ayuda, el testimonio de dos de los supervivientes y un montaje en “tres dimensiones” del avión y las piezas que fallaron.
La pregunta, al acabar ambos programas fue: ¿qué se ha sacado a la luz? Nada nuevo. Cualquiera que se hubiera informado sabía cuántos fallecidos hubo, qué vuelo era, qué es lo que se supone que falló, qué órdenes se dieron y poco más. Lo único que se pudiera tachar de revelador fueron unas declaraciones y grabaciones que la cadena SER ya ofreció en su momento de la torre de control y los teléfonos de los servicios de emergencia durante lo ocurrido.
Insisto por última vez: ¿Cuál es el problema, pues? No cabe duda de que los directores de la serie pudieron ser mucho más sensacionalistas, pero no lo fueron –no en esta primera parte-. Tampoco el documental fue bárbaro, ni desagradable. Y hasta el testimonio de las dos víctimas fue demasiado light. Las familias de las victimas (no todas) se pusieron en contra de un programa que no habían visto y que les pareció horrible de antemano, y yo no entiendo por qué.
No me sirve que digáis que la investigación judicial sigue todavía en proceso, ni que el número de fallecidos era demasiado alto como para hacer una serie con eso… ¿No ha habido películas del 11 de septiembre? ¿De la Guerra Civil? ¿De la Segunda Guerra Mundial? Todos habéis (hemos) visto una película basada en una catástrofe, en una guerra, en una matanza. Me resulta muy hipócrita tener que esperar a que los hijos de los fallecidos también estén muertos para poder ver una película o serie al respecto. ¿Es más suave ver una película como La lista de Schiendler?
Las palabras que voy a pronunciar son duras, pero estoy convencido absolutamente de ellas. Ayer la batalla no la perdió Telecinco. La perdieron las familias y el alcalde de Telde que manifestaron su disconformidad ante la miniserie. Nadie les obliga a verla. No se les pidió que vivieran la historia de nuevo. Ellos estaban en su elección de ver otro programa, o de no ver la televisión. La única diferencia entre ver lo ofrecido ayer por Telecinco o los especiales ofrecidos hace escasos días por todas las cadenas de televisión fue que lo de anoche se emitió en Telecinco.
Si para el documental se les hubiera pedido la opinión, se les hubiera pagado por hablar y salir en cámara, y se hubiera emitido en Televisión Española, otro gallo cantaría. Telecinco ayer rescató el tema del accidente de Spanair e intentó desenmascarar a los culpables, que para mí son muy claros. Emitió las imágenes en las que algunos de los familiares gritaban que se hiciera justicia, que se emitiera que los culpables eran aquellos o los del fondo, que no se olvidase. Pues eso hizo, aunque sin aparente acierto, Telecinco. Y hoy tiene mi respaldo ante todos aquellos que odian a la cadena, prejuzgan sus trabajos y acusaron sin mirar.
Hoy no hay Odio por mi parte, hoy los que odian son –sois- otros. Hoy soy yo el que pondrá la cara. Feliz Día del No Odio. Que las víctimas descansen en paz y que los culpables, que los hubo, paguen por lo ocurrido.
Roberto S. Caudet