El día 25 de noviembre se celebra el Día Internacional
contra la Violencia
de Género, una fecha que no es, ni mucho menos, motivo de celebración y
aprobación, sino de repulsa, denuncia y de reflexión para que se tomen las
medidas oportunas, especialmente en España, un país que arrastra desde hace
años esta maldita lacra de hombres que, creyéndose por encima del bien y del
mal, son capaces de asesinar, en su mayoría de manera violenta, a sus mujeres,
novias, madres, hermanas, hijas o hasta exparejas. Una terrible situación que
ya se ha convertido en tónica habitual de nuestros informativos periodísticos,
y que, por común, apenas genera debates en tertulias radiofónicas o
televisivas.
Nadie se merece que nadie le grite, le violente, le amenace
o le insulte. Pero, sin duda, nadie debería pasar por un tortazo, una patada,
un puñetazo o una paliza, directamente. Y mucho menos por un asesinato. Ningún
hombre vale más que una mujer. Y ningún hombre es más hombre por pegar a una
mujer, ni tampoco matarla. No importa si van borrachos, drogados, si han tenido
un mal día o si ellas podrían tener un amante o haber querido dejar la relación.
Nada justifica un acto de maltrato ni de asesinato cruel. Las mujeres deben
saber que en España tienen un teléfono de atención a víctimas que es gratuito y
no deja rastro en la factura telefónica. Es el 016. Al menor signo, hay que
llamar. Hay que ser valiente. Hay que saber no mirar atrás y hay que saber
vivir.
A todos estos cerdos repugnantes, que no son ni personas,
que se atreven a quitarles la vida a una mujer, deberían meterlos en la cárcel
de por vida. En una donde no puedan recibir la luz del sol, ni visitas de
familiares o amigos. En una donde trabajen duramente y suden sangre. En una
donde queden bien atormentados, denigrados y vejados. En una donde les quede
bien claro que son un cero, que un hombre que se atreve a matar a una mujer o a
ponerle la mano encima es, sencillamente, una mierda de persona y no merece
respirar un segundo más. Por desgracia, queda mucho camino por recorrer. Y
también necesitamos más protección para estas mujeres, especialmente psicológica,
pero también protección real. ¿Cuántas han denunciado y, luego, han muerto
igualmente? Justicia, justicia real y eficaz, que sirva para algo. No podemos
permitirnos una víctima más, ni como sociedad ni como país ni como seres
humanos. Y ellas tampoco se lo merecen. ¿Cuál será la siguiente? Ninguna. Así
debería ser.
@RobertoSCaudet
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