Cristiano Ronaldo vuelve a ser portada y objetivo de los
diarios y las televisiones. Y no es precisamente por su juego en el campo, sino
por lo que medio mundo desea ver cuando acaba cada partido suyo. Exacto. Al
jugador quitándose la camiseta y luciendo palmito, con abdominales que quitan
el hipo y una piel morena tan bronceada que es la envidia de los amantes de las
siestas en la playa. Eso sí, estas ultimas imágenes nos han dejado de piedra.
La afición por el gimnasio de Cristiano Ronaldo es algo que
hemos conocido siempre. Desde bien joven se le ha visto luciendo figura –y qué
figura-. Unas piernas grandes y fuertes y un torso perfecto, capaz de competir
con culturistas aficionados. Ahora bien, quizá ese culto al cuerpo se le ha
escapado un poquito y su trabajo con las máquinas se le ha ido de las manos.
Porque la anchura de sus hombros está tan poco compensada con la de su cintura
que el madridista parece una pirámide a la inversa, un muñeco de acción de
cómic.
Sólo hay una cosa que a Ronaldo le guste más que pasarse
horas ejercitando su cuerpo y, probablemente, no sea jugar al fútbol, sino
exhibirse. Está encantado de conocerse y de que le conozcamos. No tiene
problemas en hablar con total sinceridad (la suya propia, con esa realidad a
veces distorsionada que nos muestra) de rivales, de compañeros de equipo y de
cualquiera que se le cruce por delante. Eso sí, destaquemos que todos son
–somos- inferiores a él y, además, le tienen envidia por guapo, por buen
futbolista y por rico.
Cierto es que ostenta varios premios futbolísticos
individuales (aunque el Balón de Oro se le escapa últimamente), y es uno de los
jugadores que más cobra. Claro que no lo derrocha en buen gusto. Ni es acertado
su bañador ni tampoco el estilismo con el que luego pasea por el puerto donde
lo han pillado. Su look de machoman que todo lo puede roza ya el gangsterismo.
Y me parece un desfase. Cristiano está ya casi al borde de la vigorexia. Me
preocupa.
Pero, por si no queríamos caldo, encima se nos tiñe de
rubio. ¿Alguien ha notado una evolución en Cristiano Ronaldo de finales de los
90 para aquí? Porque yo no. Una lástima que alguien que se vende solo tienda
tanto a los excesos, a venderse mal, a mostrar una imagen que, claramente, le
resta puntos. Quizá la culpa también sea nuestra, por entrarle al juego. Pero,
en el fondo, esta relación amor-odio le encanta. Me encanta. Nos encanta a
todos. Y su cuerpazo, también. Y aún quedan tres meses de verano…
¡FELIZ DÍA DEL ODIO A TODOS!
CUANDO CRISTIANO RONALDO SALTA AL TERRENO DE JUEGO, EL CESPED SE CORRE.
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