¿Qué está sucediendo en Catar? ¿Por qué un país se ha vuelto de repente tan rico y ha convertido en millonarios a muchos de sus ciudadanos? ¿Por qué su población no aumenta considerablemente? Señores, no seamos ciegos. Los que trabajan levantando edificios estrafalarios y presuntuosos no son catarís. Hay que guardar las formas y las apariencias. Y que los explotados y los que trabajen duramente sean otros. Vengan, trabajen y se marchen. Además, sus líderes islamistas (podríamos afirmar que radicales) hablan sin tapujos sobre la “perversión” y “la enfermedad” de la homosexualidad o el menos trato y desprecio hacia la mujer. Pero, una vez más, las compañías también callan. Entre ellas, el Fútbol Club Barcelona, que promociona esta Qatar Foundation en sus camisetas en cada partido.
Otro ejemplo curioso lo encontramos en China. Nadie puede dudar a estas alturas que China es la gran potencia de este nuevo siglo. Produce millones de productos contra los que nadie puede competir, bien por su precio o bien por su facilidad de innovación y evolución. El siglo XXI les ha ayudado a incrementar su PIB hasta el segundo puesto a nivel mundial. China todo lo fabrica. China todo lo construye. ¿Pero a qué precio? El económico es ofensivamente barato, ya lo hemos mencionado. El ecológico está todavía por discutir, aunque esta república ya lanza más residuos a la atmósfera que casi toda Europa Occidental. El sociológico es igualmente lamentable: China ocupa el puesto 101º en el nivel de IDH tan comentado aquí. Porque el único que se hace más rico vuelve a ser –qué sorpresa- el Gobierno. Y entonces pasamos al nivel político de China como potencia mundial. Con un superávit en sus arcas, China ha comprado deuda de todo el globo. Deuda pública. ¿A cambio de qué?
Algunos pensarán que todavía no se han puesto condiciones. Otros pensarán que sí: el silencio. Un país con más de 1.300 millones de habitantes que permanece callado, mediante la censura de algunas páginas de internet y canales de televisión. Pero el resto del mundo también está obligado a callar. Y más ahora, que los han comprado. Europa es el viejo continente. Tan viejo que está sordo y mudo. Una circunstancia que parece compartir con otros países igualmente desarrollados. Pero lo están porque les interesa. Para que haya un país rico ha de haber uno pobre. Para que uno sea la fábrica, otro ha de ser el contenedor de los residuos. Para poder vivir “a todo tren” hace falta arena donde poner los raíles. Los países “avanzados” no callan porque no oigan. Callan porque prefieren no hablar.
No les conviene un mal llamado “Tercer Mundo” que escale hasta ser el primero. No les conviene tener que conceder derechos a los que nunca los han tenido. A los que primero no fueron nada, luego fueron colonias, y ahora no se sabe muy bien qué clase de independencia tienen. No les conviene que estos países decidan desarrollarse, evolucionar; lanzar más residuos a la atmósfera, al mar. No les conviene más bocas que alimentar. Más cabezas pensantes que puedan recriminarles. Que puedan enfrentárseles. Que sepan ganarles. Así que callan y miran hacia otro lado, y también de reojo. Aprovechan que estas masas en vías de desarrollo permanecen todavía dormidas. Pero que se preparen para cuando despierten. Porque lo harán. Están obligados a ello.
¿Por qué un país rico en recursos naturales se mantiene en los últimos lugares del IDH? Porque, desde sus inicios, ha vivido sometido a los demás. Perdió la primera batalla de la colonización y todavía permanece dañado. Sin verdaderos recursos para explotarlos ni infraestructuras para poder trabajarlos de manera nacional, sin necesidad de propiedad privada extranjera, no sirve de nada. La corrupción y la falta de un Gobierno firme y que abarque todo el país hace imposible que a los ciudadanos les llegue ningún beneficio. De eso se encargan hasta el resto de países. ¿Qué factores, pues, son más importantes para favorecer el progreso sostenido de un país? En estos momentos es difícil responderlo, a causa de la crisis que afecta a los países ya desarrollados y que tampoco beneficia excesivamente a los que están desarrollándose ahora. Es un pescado que se muerde la cola. Si se progresa demasiado rápido, la caída es importante
Si se progresa demasiado lento, el resto puede pararte. Tener infraestructuras y ciudadanos capacitados y formados ayuda completamente. Ser una democracia, también. Tener recursos energéticos para autoabastecerse y poder vender es, hoy en día, la mejor arma. Y mostrarse competentes. Y saber adaptarse y evolucionar. Pero, ¿qué modelo actual nos lo puede mostrar? Ni el comunismo disfrazado de China ni el capitalismo resquebrajado de Europa. Ni las dictaduras africanas ni ningunas otras. El problema es la falta de unión, evolución y generosidad a nivel global. Uno no depende de sí mismo, sino también de sus circunstancias. Que lo arrastran, lo elevan y también lo hacen caer. ¿Y quién te defiende? ¿Quién te asegura? Nadie. Y todos callan. ¿Por qué nosotros vamos a seguir callados también? Cuando vengan a por nosotros, que vendrán, ya será demasiado tarde. Y entonces sí que no tendremos voz. Ni voto.
Espero que os haya gustado este primero (y no será el último) ensayo político-económico en dos partes. Nos vemos el martes –como muy tarde- con la Crónica de Gran Hermano 12+1. Hasta entonces…
Roberto S. Caudet
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