Lo tenía todo para triunfar. A sus veintimuchos, era el que más pases ofrecía en el Villarreal. El rubio de oro que encandilaba a mujeres y gayers del mundo y, en cambio, era el terror de sus rivales. En su país lo consideraban una estrella. Y todavía estaba por venir el Mundial de Fútbol 2010. En ese macro-torneo celebrado en Sudáfrica fue proclamado el mejorjugador, por encima de los españoles, ganadores del Mundial. Y es que él solo y sus goles habían llevado a su país una ronda tras otra hasta la Semifinal. Se le conoce como El Cacha. En su biografía oficial lo definen como Uruguayo. Para mí es Dieguito. Diego Forlán Corazo.
El único paso de gigante que me he saltado en su imparable carrera ha sido el paso del Villarreal al Atlético de Madrid. En este último equipo entró con una pequeña polémica: “Jamás besaré el escudo”, dijo a los hinchas rojiblancos. Y hoy, en su rueda de prensa de despedida, lo ha vuelto a repetir. De una manera valiente –quizá demasiado-, Diego Forlán aseguró en su primera rueda de prensa como jugador del Atlético que él sólo sentía de verdad los colores de la camiseta de su país, Uruguay. Ese color celeste con el que acaba de ganar, este mismo mes, la Copa de América de fútbol.
Su único error, podríamos decir, fue precisamente esa osadía de no besar un escudo. Un acto patriótico y nacionalista, podríamos decir, que aunque especialmente absurdo, gusta tanto a los hinchas y directivos de los clubes. Insisto en que es un momento absurdo, y si no, que se lo digan a Figo, o a Saviola, o a Mendieta… por poner ejemplos de esta última década. Hoy besan un escudo y al día siguiente besan al rival con la misma pasión. Es como Física o Química –me quema por dentro- pero con deportistas. Todo un espectáculo.
Esta fatídica acción de Forlán se completó con el mal año que tuvo la temporada pasada, en el Atlético de Madrid y con Quique Sánchez Flores como entrenador del equipo. Se lanzaban pullitas en sus entrevistas, les faltaba comprenderse en los entrenamientos… y al final Quique, que era el que cortaba el pan a fin de cuentas, decidió empezar a no incluir a Forlán en su once inicial. Diego empezó a sentirse bastante despreciado y cuando jugaba tampoco lo daba todo. Y entró en una espiral terrible de la que no parecía salir nunca. Ni siquiera con el cambio de entrenador del Atlético.
En el último capítulo, y ya con 32 años, Diego llamaba a su nuevo entrenador para decirle que no se lo llevara a la convocatoria, para poder quedarse en Madrid y pensarse ofertas de otros equipos. El epílogo era demasiado evidente. Y la rueda de prensa hoy ya cantaba por bulerías. Diego Forlán ya no es jugador del Atlético de Madrid. Aunque todavía no es oficial, todo parece indicar que, efectivamente, pasará a ser jugador del Ínter de Milán la próxima semana. Se nos va.
Como es evidente, este no es un Odio al uso. Jamás me atrevería a odiar a Diego Forlán. Todo lo contrario, sabéis que lo mío es un auténtico amor platónico (y no llega a ser más porque él no quiere, aunque no se lo he preguntado nunca… Igual hasta acepta). Pero sí odio que haya decidido pasarse a otro club. Y que lo haga a uno que no está en España. ¿Qué he de hacer ahora? ¿Aprender italiano? ¿Empezar a leer Il Corriere Della Sera? ¿Y cómo sonará su nombre allí? ¿Lo llamarán Dieguinni? ¿Forlaníssimo? Ay, señor. La vida no es especialmente buena conmigo últimamente.
Esto de que para progresar, nuestros amores se vayan lejos y dejes de saber de ellos no me gusta nada. Así que hoy mi Odio va dirigido al manager de Forlán, a su padre (que es otro metomentodo) y a Diego y al Ínter, por hacerme tanto daño en mis últimos días de vacaciones. En fin. Cuando consiga verlo algún día –que lo haré- no dudaré en recriminarle lo que ha hecho. Cómo se le ocurre… Ya no veré casi a diario su sonrisa en los medios españoles. Ni sus preciosos ojos por la televisión. No admiraré sus famosas cintas del pelo ni tampoco su rica tabletita...
Hoy no os voy a desear nada. Hoy os pido, como ya lo hiciera Lola Flores, un euro a todos mis lectores. A ver si así consigo comprarlo yo también y hacer que juegue en mi estad… en mi cam… Bueno, donde sea. Venga, va:
¡FELIZ DÍA DEL ODIO A TODOS!
¡MUCHÍSIMA SUERTE, DIEGUITO!
Roberto S. Caudet