(Escena de la película Dentro del laberinto (Labrynth), de 1986)
Del latín scalarĭa, declinación plural neutra de scalāres. En español, sustantivo femenino. Dícese de la serie de escalones que sirven para subir a los pisos de un edificio o a un plano más elevado, o para bajar de ellos. El significado que ofrece la RAE sobre el término “escalera” es, para variar, vacío y superficial. ¿Dónde están todos los sentimientos?, ¿dónde las anécdotas? Todos hemos vivido algo en una escalera, y ya ni os cuento lo de Stultifer, que tiene un blog dedicado a ellas… Apaga y vámonos.
Me preguntaba yo esta mañana, por qué la costumbre de subir siempre en ascensor a todo lo que sea más alto de un primer piso, pero bajar luego en escaleras, salvo que estés más arriba de un tercero. Y es que los ascensores han suplantado a las escaleras, como San Miguel, que donde va, triunfa. Y yo en cambio les tengo una tirria tremenda. ¿Qué es un ascensor? os preguntaréis…
El ascensor es una cápsula reducida que permite subir y/o bajar a diferentes niveles. Una caja, generalmente incómoda y ruidosa que nos encierra durante un tiempo suficiente como para querernos suicidar. Nunca he encontrado un lugar tan poco hospitalario como los ascensores. Ellos siempre tienen prisa, están continuamente cogiendo a gente, llevándolos aquí y allá, con una frustración enorme por no poder moverse en horizontal, y claro, como te descuides, sus puertas, que en realidad son dientes, te comen y te parten en dos.
¿Quién no ha visto en su vida una película de terror en la que un ascensor destroce a alguien?, ¿Quién no tiene un amigo con claustrofobia que jamás sube en un ascensor?, ¿Alguno de vosotros podría decir que nunca ha hablado del tiempo en un ascensor?, ¿Os habéis quedado encerrados alguna vez?, ¿No os habéis dado cuenta -al miraros en sus espejos- de que estabais despeinados, feos? Las escaleras, las grandes abandonadas, nunca harían eso con vosotros. Ellas son más majas, más humanas, más chulis.
Esos escalones, como dice la RAE, os ayudan a hacer ejercicio. Os divertían de pequeños, cuando los saltabais de dos en dos. Os ayudaban también a ser más altos que vuestros padres, que vuestros tíos. Son las escaleras las que siempre han estado ahí. Las que han formado parte de nosotros. Y, como prueba de su inmensidad, os daré varios ejemplos…
¿Cómo empieza la película La Bella y La Bestia? Exacto. En la primera escena, el primer movimiento humano que se aprecia es Bella bajando las escaleras para salir de su casa. Justo antes de cantar “Bonjour”. ¿Qué hacen las musas de Hércules para comenzar a cantar "El gospel de la verdad"? Calíope arranca rápidamente la cenefa del jarrón en el que están esculpidas y forma unas escaleras para empezar su coreografía… ¿Y cómo se accede luego al Olimpo? Con unas escaleras doradas... Pero no sólo las escaleras son protagonistas en las películas infantiles. ¿Qué sería de Moulin Rouge sin las escaleras? Para subir al Elefante, para estenografiar Lady Marmalade…
Las escaleras han sido también fieles en las mejores series... ¿Alguien recuerda que los Friends tuvieran un ascensor? ¿Que hicieran escenas en él? Ellas, siempre son ellas. Y además están muy femeninizadas -y olé-. Siempre se asocian a vedettes, artistas y mujeres cantantes. En la película La pequeña tienda de los horrores, las tres cantantes que empiezan a interpretar el tema del Intro bajan por dos escaleras diferentes. Eso ya debe ser récord. Y hasta en la canción "Esta vida es criminal", que publiqué el otro día, las pequeñas huérfanas de Annie hacen parte de su teatro en las escaleras que comunican la cocina con los dormitorios...
Si pensáis, ¿cuántos ascensores recordáis en las películas? ¿Y qué papel tienen? Ninguno. Son una cacota enorme. Un despojo. Los restos de escupitajo de las babas de Manuel Fraga. O peor todavía. Son las escaleras las grandes protagonistas, siempre lo son. ¿Qué es lo que hace más divertido el papel de Estela Reynolds en La que se avecina? Exacto. Ella siempre baja de espaldas la escalera de caracol de la casa en la que vive. ¡Si hasta la mayoría de invitados en Sálvame entran en escaleras…!
Nunca he visto un programa donde nadie sea recibido por un ascensor. Incluso Neil Armstrong, para poder pisar la Luna, acabó bajando diez míseros peldaños. La vida está rodeada de pequeñas y grandes escaleras. Y nosotros las queremos apartar de nuestra vista. Nos enfadamos con ellas si nos caemos al no pisar bien. Maldecimos todos sus peldaños cuando un día de tormenta no nos atrevemos a meter un pelo en un ascensor, o cuando, directamente, éste no funciona. Y hasta despotricamos sobre lo antiguo de una escalera cuando hemos de desplazarnos y creemos conveniente que las hubiese “mecánicas”. ¡Qué vagancia!
Hoy, me he enterado de una estupenda idea ya en uso, ¡poner publicidad en las escaleras mecánicas! Y es que, según se comenta, se dice, se sospecha y calcula, tardamos una media de 30 segundos en desplazarnos cada vez que las utilizamos. ¡Qué derroche de tiempo! Espero que la próxima vez que hagáis uso de ellas, con tanto tiempo que tendréis, os acordéis de este post y odiéis, como yo, a esos ataúdes eléctricos con espejo y luz en el techo, llamados ascensores. Esas cajas de zapato tamaño Actor-Secundario-Bob que nos vuelven pasivos y amargados.
Y, sobre todo, sobre todo, sobre todo, odiad a todos aquellos que, creyendo que nadie les ve ni les escucha, se suben a un ascensor y cantan y bailan como si estuvieran nominados en Operación Triunfo.
PD: Lo siento, pero este último día de agosto, quería mandar a mis neuronas de paseo y esto ha sido lo que he logrado hacer sin ellas. ¡Feliz Día del Odio a todos!
* Como diría Thiago: Un Stultifer es todo post que lleva una escalera dentro. Y éste lleva ochomil.
Roberto S. Caudet