Me ratifico en mi insolidaridad. He llegado a la concusión de que debo ser la única persona sin sentimientos en el mundo. O quizá el único patriótico cuando realmente toca y no cuando ganamos la Eurocopa. Por cierto, rima. Me disgusta enormemente ver todos los días en los tedés (telediarios), en los programas de deportes, en los de corazón, en Callejeros y hasta en Gran Hermano la típica imagen de cuatro negros con cara de pena y una cuenta bancaria para ayudar a Haití. Hoy toca Odio Antisistema.
Primero, voy a analizar la situación: el pasado 12 de enero, un terremoto de magnitud 7.3 en la escala de Richter sacudió la isla caribeña de Haití. Poco después del primer seísmo, tuvieron lugar otras tres réplicas, de escala menor, aunque todas superaban la magnitud 5. Hasta hoy mismo, y según varios diarios españoles consultados, la cifra de muertos supera los 150.000, encontrados, y otros 10.000 desaparecidos aún. Además, se calcula que hay otros 250.000 heridos. Un desastre grave, pero tampoco mucho. Y que sólo ha afectado a los barrios humildes.
Si miramos con frialdad, la cifra total de víctimas, mortales o no, no supera las 450.000 personas. Eso implica una décima parte de la población total de la ciudad de Madrid. Con todos mis respetos, la gravedad es muy relativa en cuanto a este asunto. Cierto es que han fallecido todas de golpe, y no es comparable a las víctimas del tabaquismo, a los muertos en carretera o por cáncer. Pero las tres superan esta cifra con creces. Y, todos sabemos, en la mayoría de países de África, al día hay, exactamente, los mismos muertos, ya sea por SIDA, por inanición o por enfermedades varias. Mirándolo así, el terremoto me parece bastante simplón.
¿Y si calculamos la cantidad de inundaciones en países asiáticos? ¿Las muertes por Gripe Aviar? Nunca he visto anuncios en los que digan que donemos un euro a los servicios de investigación médica contra el cáncer. De hecho, la AECC (Asociación Española Contra el Cáncer) va por las calles recaudando dinero de la gente que se ofrezca a dar algo de lo que tiene encima. Un día al año. Uno. El bombardeo de donaciones que se nos solicita en la televisión es durante las 24h del día. Si no en un canal, en otro. Me parece muy lícito, pero me parece también abusivo.
Haití es, actualmente, y también antes del terremoto, el país más pobre de América. Su Producto Interior Bruto no supera los siete mil millones de dólares y tres cuartos de la población se dedican al sector primario. Hasta el 80% de los haitianos están sumidos en la pobreza. La mitad de las muertes en este país se producen por el VIH y los casos de tuberculosis multiplican por diez el promedio de América Latina. El 90% de la población infantil padece problemas alimenticios y enfermedades relacionadas con el hambre y la escasez de agua. Pese a ello, el 65% de Haití está alfabetizada, aunque sólo el 20% llega a los estudios secundarios. Hay trece universidades en la isla. Hace dos años, ya recibieron el impacto de fuertes lluvias que inundaron una quinta parte del país. Nadie les dio dinero entonces.
Con todos los datos sobre la mesa, ¿creéis que pienso que Haití no necesita ayuda? Claro que la necesita. Pero la requiere desde hace décadas. En este momento ya queda poco por hacer. Y lo de menos es enviar paquetes de lentejas y garbanzos o construir escuelas, como quiere Ana Rosa Quintana desde su programa. Es muy bonito –y progresista más todavía- ponerse ahora a realizar obras de caridad para los niños haitianos y para la población en general, pero, ¿quién se preocupaba por ellos hace escasamente un mes cuando se morían de hambre y no llegaban a los 40 años de vida? En ese momento todos pensábamos en los pobres niños de África, que como son más, dan más pena.
Demostrado queda que no sólo en el continente pobre la gente está en inferiores condiciones. Pero intentar hacer ahora un país nuevo de la nada es realmente imposible. Ni siquiera con los casi diez mil soldados que el Nobel de la Paz ha enviado a la isla. Esos soldados que han expulsado a los periodistas del puerto de la capital isleña para que no pudieran reproducir al mundo lo que verdaderamente ocurría. Invasión militar, lo llamo yo. Y muy poco democrática, señor Obama.
Seguid enviando todos dinero a Haití, me parece perfecto. Pero luego quejaos durante días cuando a la cajera del súper se le olvidan diez céntimos del cambio. Cuando suben los impuestos un 0.3% para ayudar a nuestro propio país. La crisis no afecta a la solidaridad, por lo visto. Pues yo propongo que todos los españoles donemos también un solo euro (conseguiríamos casi 50 millones) para la economía del país. ¿A qué no triunfaría tanto? Pues nada, me voy a poner a rezar a Zeus, a ver si envía un rayo.
Mientras, os ruego que grabéis los telediarios. Que guardéis las imágenes de los periódicos y revistas sobre lo sucedido. Y dentro de cinco, o de diez años, volved a buscar información sobre Haití. Si encontráis un país reconstruido y a gente viviendo bien, yo me habré equivocado. Si no aparece ningún tipo de nueva información, yo habré acertado, para mal de los caribeños. Todos sabemos que ocurrirá lo segundo. Dentro de diez días, igual que de la Gripe A, nadie se acordará ya de cuántas personas fallecieron en aquel terre… ¿no fue un huracán?
Feliz Día del Odio Insolidario.
Roberto S Caudet